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SAN FRANCISCO Y CRISTO 49 cesar las miradas de los mismos a la persona y ejemplos de Jesucristo, en quien todo el Evangelio se ha convertido en una realidad viviente. Ya en la primitiva Regla franciscana debían encontrarse estas pala– bras: "La Regla y vida de los Frailes Menores es ésta, a saber, vivir en obediencia, en castidad y sin propio y seguir las enseñanzas y las pisadas de nuestro Señor Jesucristo" ( 47 ). En la Regla de 1221 Francisco amonesta nuevamente: "Guardemos pues las palabras, la vida, las enseñanzas y el santo Evangelio de Aquel que se ha dignado rogar a su Padre por nosotros y revelarnos su nom– bre ... Nada pues deseemos, nada queramos, nada nos agrade y deleite sino nuestro Creador y Redentor y Salvador" ( 48 ). Escribiendo al Capítulo General le conjura en estos términos: "Oíd, señores y hermanos míos, y escuchad mis palabras. Inclinad los oídos de vuestro corazón y obedeced a la voz del Hijo de Dios. Observad con todo corazón sus mandamientos y cumplid con resuelta voluntad sus consejos. Alabadlo, porque es bueno, glorificadlo en vuestras obras. Pues para eso os ha enviado al mundo, para que con palabras y hechos déis testimonio de El" ( 49 ). "Acerca de la imitación del Señor" dice el Santo en otra ocasión: "Miremos todos, hermanos, al buen Pasto.r que sufrió la pasión de la cruz por salvar a sus ovejas. Las ovejas del Señor le siguieron en la tribulación y persecución y en las afrentas, en el hambre y sed, en la enfermedad y tentación y en muchos otros padecimientos y en pago de esto recibieron del Señor la vida eterna" ( 5 º). Desde su lecho de muerte escribe como última voluntad a Santa-Cla– ra y sus hijas estas palabras: "Yo, Fray Francisco, pequeñuelo, quiero seguir la vida y pobreza de nuestro soberano Señor Jesucristo y de su Madre Santísima y perseverar en ella hasta el fin. Y os ruego a vos– otras, señoras mías, y os aconsejo que viváis siempre en esta santísima vida y pobreza. Y guardaos mucho de apartaros jamás o por título al– guno de esta senda, por enseñanza o consejo de otro cualquiera" ( 51 ). Así es cómo este varón caballeresco permaneció hasta el último instante fiel al llamamiento de guerra de Jesús. Tomás de Celano ates– tigua de él: "Todo su afán, su mayor deseo y su propósito supremo era observar en todo y por todo el Evangelio y seguir perfectamente con toda diligencia, y con todo eI ardor de su corazón las enseñanzas ( 4 7) Regulae antiquissimae fragmenta, en BoEHMER, Analekten, 88; KYBAL, Die Ordensregeln des hl. Franz von :Assisi, 11. (48) Reg., I, c. 22, 23; Opuse.; BoEHMER, 22 s.; LEMMENS, 56, 60. (49) Epist. ad Capit. generale; Opuse.; Bom-IMER, 57 s.; LEMMENs, 100. (50) Verba admonitionis, c. 6. Opuse.; BoEHMER, 44 s.; LEMMENs, 9 s. (51) Ultima voluntas, quam seripsit sororibus S. Clarae; Opuse., ed. BoEH– MER, 35.
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