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48 LOS IDEALES DE SAN FRANCISCO DE ASÍS caballero, es llamarle infiel ( 39 ). La felonía, la violación del deber de fidelidad proscribía al caballero, era castigada con pena de muerte y lo conducía al infierno, a la compañía de "las tropas de demonios que se abrasan en azufre" ( 40 ). Así también la fiel correspondencia al llamamiento de guerra, el seguimiento de Cristo Señor soberano constituye el más excelente deber del caballero espiritual. Cristo no exhorta a sus servidores a que le sigan a las sangrientas batallas de los pueblos; pues el "Rey de reyes y Señor de los señores" ha venido precisamente como "príncipe de paz" a romper las espadas de hierro y a poner un dique a las feroces y violentas guerras, que traen divididos a los pueblos. Pero en cam– bio llama a sus caballeros a la lucha espiritual contra el pecado, el demonio y el mundo, y los arma con la espada espiritual de la fe, de la verdad y de la virtud. "No penséis que vine a traer paz a la tierra; no vine a traer la paz, sino la espada." Tal es el llamamiento de guerra, y añade: "El que no me siga a mí, que soy el caudillo y príncipe en la lucha espiritual, ese tal no es digno de mí" ( 41 ). Cristo es nuestro guía y modelo en toda perfección. Ha ido delante de nosotros "dejándonos en pos un ejemplo, para que sigamos sus pisadas" ( 42 ). Continuamente nos trae a la memoria nuestro deber de acudir a su llamamiento de guerra espiritual. "Yo soy la luz del mun– do; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida" ( 43 ). "Os he dado ejemplo para que vosotros hagáis, como yo he hecho con vosotros" ( 44 ). Para el caballero escogido de Cristo no hay sobre la tierra otro destino superior. "Pues a los que antes conoció, también predestinó para que fueran hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que El sea el primogénito entre muchos her– manos" ( 45 ). El verdadero caballero de Cristo debe pues caminar siempre paso por paso al lado del Salvador y copiar en sí mismo rasgo por rasgo la vida del Salvador, hasta que pueda decir: "Vivo yo, ya no yo, sino que Cristo vive en mí" ( 46 ). San Francisco estaba plenamente convencido de esta necesidad de seguir caballerosamente a Jesús, y todo animado de inflexible celo de proclamar y practicar la imitación de Jesús. Así como de continuo inculca a sus Frailes la observancia del Evangelio, así también dirige sin (39) Chanson de Roland, 1820 ss., 3338 ss., 3831 s., 3964 ss.; Canción de Roldán (alemana), 6114 ss., 9009 ss. (4-0) Canción de Roldán (alemana), 2378 ss., 2398 s. ( 41) MAT., X, 34, 8. (42) I. PET., II, 21. (43) JoAN., VIII, 12. (44) JoAN., XIII, 15. (45) RoM., VIII, 29. (46) GAL., II, 20.

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