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SAN FRANCISCO Y CRISTO 47 versión de Fray Angel Tancredi de Rieti, y tales eran los sentimientos de que todo novicio debía venir animado al ingresar en la sociedad de aquel santo caballero de Cristo. Francisco evocaba de continuo ante los ojos de sus discípulos el ideal del caballero religioso. Trae a la memoria de sus novicios las figuras caballerescas de Carlomagno y de sus paladines Roldán y Oliverio, y de todos aquellos valientes campeones que combatieron por la fe y por la causa de Cristo ( 36 ). Con gusto hace referencia a los doce héroes de la Tabla Redonda del rey Artús y volviéndose des– pués a sus fervorosos Frailes exclama lleno de gozo: "Estos Frailes míos, estos son mis caballeros de la Tabla Redonda" ( 37 ). Francisco quería ser un caballero de Cristo; caballeros de Cristo debían ser tam– bién todos aquellos que él recibía por hermanos y compañeros de armas, hombres llenos de celo, abnegación, bizarría, magnanimidad y generosidad en el servicio del Señor. II. La principal obligación de la caballería consistía para el vasallo en acudir fielmente al llamamiento de guerra de su señor feudal. El honor caballeresco estaba personificado en el homo legalis, el hombre leal, que siempre está dispuesto a partir a la guerra acompañando a su señor terreno y asistirle resueltamente en sus trances más extre– mos. La fidelidad de un caballero nunca debe vacilar, como nunca vacila la fidelidad de Dios. "Sed fieles, constantes sin tacha pues Dios engasta la perla de la fidelidad y siempre aborrece toda falsía" se le dice al caballero ( 38 ). La mayor injuria que pueda decirse a un p. 589, n. 230 s. FRANc. PENNACCHI publicó una edición aparte de estos Actus, Foligno, 1911. (P-6) Spec. perf., c. 4. (37) Ibídem, c. 72. Hacemos aquí una advertencia sumamem:e interesante para la historia de la literatura; y es que Francisco estaba todo él penetrado y hechizado por las dos leyendas heroicas específicamente cristianas, que desde el siglo xrr dominaron la Edad Media. La primera es la leyenda de Cario– magno y sus doce paladines, sobre todo Roldán y Oliverio. Er:contró su más perfecta expresión en la Canción de Roldin, alemana (entre 1127 y 1139) y ya anteriormente, en la Canción de Roldán, normanda, escrita hacia 1066. La segunda es la Leyenda del Santo Grial. Combinada con la leyenda del rey Artús, se nos presenta en su forma más bella en el Parceval francés (hacia 1175) y en el Parzival alemán de WoLFRAM DE. EscmrnBACH (a principios del siglo xm). San Francisco alude evidentemente a la Canción de Roldán y a Parsifal. Estos romances caballerescos eran cantados ya en el siglo XII en toda Italia por "juglares" provenzales. (Cfr. GAsPARr, ltalien. Literatur, I, 1885, 112 ss.) (38) WoLFRAM DE EscHE~BAcH, Parzival, IX, 888-890. Cfr. Tristan, V, 502i- 5028, 5048; Canción de Roldán, 1975-1977
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