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430 LOS IDEALES DE SAN FRANCISCO DE ASÍS hasta que éste mandó que la llevaran a una selva, que había allí cerca. Cosa muy parecida le ocurrió otra vez con un conejo salvaje, estando en una isla del lago de Perusa (1 3 ). Igual cariño abrigaba también para con los peces y si veía algunos de ellos cogidos, vivos, los volvía a echar al agua, advirtiéndoles que no se dejaran coger otra vez. Cierto día estando el Santo sentado en una barquichuela en un puerto del lago de Rieti, un pescador cogió un pez grande, una tenca, y se lo ofreció respetuosamente a Francisco, el cual tomándolo alegre y bondadosamente, lo llamó con el nombre de hermano y poniéndolo en el agua fuera de la barca, empezó a ben– decir devotamente el nombre del Señor. Y todo el tiempo que estuvo en oración, anduvo el pez jugueteando alrededor de la barca en el sitio donde lo había dejado, hasta que terminada la oración el Santo le dió permiso para marcharse ( 14 ). Otra vez queriendo pasar el mismo lago para ir a su amado eremi– torio de Greccio, se metió en una barquichuela. Un pescador le dió un pájaro de agua, para que con él se alegrara en el Señor. Tomólo gozoso el bienaventurado padre, y soltando sus manos convidaba al pájaro a que volara. Pero como él no quisiera marcharse y se acurru– cara en sus manos como en un nido, el Santo levantó los ojos al cielo y se puso en oración. Y después de algún tiempo habiendo vuelto en sí como si viniera de lejos, mandó dulcemente al pájaro que volviera sin temor a su antigua libertad. Y recibida la bendición y licencia del Santo, el pajarillo se marchó volando, mostrando con los movimientos del cuerpo el gozo que sentía ( 15 ). A estos y semejantes rasgos históricos añade la leyenda otros muchos, que no están atestiguados o al menos no lo están con bastante seguri– dad. Recordemos solamente la conocida narración de los Fioretti sobre el lobo de Gubbio. No es fácil discernir lo que hay en ella de historia y lo que hay de poesía. Se sabe por testimonios ciertos, que Francisco en las cercanías de Gubbio se presentó sin temor al hermano Lobo ( 16 ) y que en otra ocasión libró el lugar de Greccio de la plaga (13) Ibíd., I, n. 60. (14) Ibíd., I, n. 60 s. (15) Ibíd., II, n. 167. (16) El autor de la Legenda de pasione sancti Verecundi rnilitis et rnartiris refiere lo siguiente apoyándose en dos testigos de vista: "Beatus Franciscus ex maxima carnis maceratione, nocturnis vigiliis, orationibus et ieiuniis consump– tus ac debilitatus, cum ambulare non posset, et praecipue, postquam fuir insigni– tus vulneribus Salvatoris, pedester incedere non valens, portabatus asello; et cum quodam sera iam nocte transiret cum fratre socio per viam S. Verecundi (Abadía cerca de Gubbio) asello equitans et sacco rudi amictus humeros et circa scapulas, laboratores agrorum vocabant eum dicentes: Frater Francisce, mane hic nobiscum et noli ultra pergere, quia lupi forales hic discurrunt, qui asellum
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