BCCCAP00000000000000000000714
420 LOS IDEALES DE SAN FRANCISCO DE ASÍS lial amoroso e íntimo balbucear a la Madre del cielo. Reza el Oficio divino, y cada hora canónica es para él una efusión de sentimiento íntimo y cada salmo un grito arrebatador a Dios (1 22 ). Reza y para– frasea la oración dominical, y una petición tras otra se convierten en su boca en prisma soleado, donde vienen a refractarse los rayos de su entusiasmo por Dios y de su amor a Dios ( 123 ). Pues ¡qué serían aque– llas horas, aquellos días y noches de su ínfima y oculta oración, durante las cuales permanecía su alma casi indisolublemente unida con el Altísimo! ( 124 ). Pero como su oración era más cuestión del corazón que del enten– dimiento, así se realizaba no por la vía de fatigosos discursos, sino por inmediato abismamiento del alma en Dios. En eso consiste el carácter esencial de la contemplación superior, mística. Todo el que ora, el principiante lo mismo que el que va caminando, debe consi– derar la actividad discursiva del entendimiento (la meditación) sola– mente como un medio para llegar al fin que son los afectos, la íntima unión con Dios; pero el que uno llegue a esa unión con Dios sin em– plear aquel medio, por una sencilla mirada del espíritu (contemplación) es, a no ser por una gracia extraordinaria, cosa de sólo los avanzados y perfectos. Francisco poseía en alto grado ese místico estado de alma. Una sola mirada a una iglesia o una cruz ( 125 ), una sola palabra sobre el Salvador o sobre la Madre ele Dios (1 26 ) lo ponía en estado de profunda contemplación. Más aún, una alusión puramente casual a cosas y verdades divinas bastaba para ello, y ante su espíritu veía la verdad en plena luz, penetraba su interior, entusiasmaba su corazón, encendía su voluntad, sumergía todo el hombre en una santa admi– ración, dulzura y felicidad. De ahí venía el que sin fatiga e incesante– mente conversara con Dios, al comer y al beber, andando y estando quieto, en casa y yendo de viaje ( 127 ). A veces ni siquiera era menester un motivo exterior ni una consi– deración interior, sino que la presencia de Dios se apoderaba de él involuntaria y maravillosamente con tal fuerza, que con los sentidos claros o también en arrobamiento extático se perdía completamente en Dios ( 128 ). Peregrinando con el cuerpo sobre la tierra, moraba su (122) Cfr. supra, pp. 414-416. (123) Cfr. supra, pp. 417-418. (124) Cfr. supra, pp. 399-401. (125) TaoM. CEL. I, n. 45; 11, n. 105. (126) THoM. CEL. II, n. 200; Tres Soc., n. 15. (127) Cfr. supra, p. 396. (128) Cfr. supra, p. 398. (129) "Hominum conversationem fugere proponebat et ad loca remot1S1ma se conferre, ut sic exutus omni cura, et aliorum sollicitudine deposita, solus carnis paries inter se et Deum interim separaret." THOM. CEL. I, n. 103. "Cor-
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz