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418 LOS IDEALES DE SAN FRANCISCO DE ASÍS Santificado sea el tu nombre: esclarézcase en nosotros el conoci– miento de ti, para que conozcamos cuál es la anchura de tus bene– ficios, la largura de tus promesas, la altura de tu majestad y la pro– fundidad de tus juicios. Venga a nos el tu reino: para que tú reines en nosotros por la gracia y hagas que lleguemos a tu reino, donde te veamos manifiestamente, te amemos perfectamente, seamos felices en tu compañía, te gocemos por siempre. Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo: para que te amemos de todo corazón pensando siempre en ti; con toda el alma, deseándote siempre a ti; con toda: la mente, dirigiendo a ti todas nues– tras intenciones y buscando en todo tu honra, y con todas las fuerzas empleando en tu amor y no en otra cosa todas las fuerzas y sentidos del cuerpo y del alma, y para que amemos a nuestros prójimos como a nosotros mismos, atrayendo a todos a tu amor según nuestras fuer– zas, gozándonos del bien ajeno como del nuestro propio y compade– ciéndonos en los males y no ofendiendo a nadie. El pan nuestro de cada día, tu amado Hijo, nuestro Señor Jesucristo, dánosle hoy: para recuerdo y conocimiento y reverencia del amor que nos tuvo y de lo que por nosotros dijo, hizo y padeció. Y perdónanos nuestras deudas, por tu inefable misericordia, por la virtud de la Pasión de tu amado Hijo y Señor nuestro Jesucristo, por los méritos e intercesión de la bienaventurada Virgen María y de todos tus elegidos. Así como nosotros perdonamos a nuestros deudores: y lo que no perdonamos perfectamente, tú, Señor, haz que lo perdonemos perfec– tamente, para que amemos verdaderamente a nuestros enemigos por ti, y a nadie devolvamos mal por mal y procuremos aprovechar a todos en ti. Y no nos dejes caer en la tentación, oculta o manifiesta, repentina o importuna. Mas líbranos de mal, pasado, presente y por venir. Amén ( 113 ). III. Las prácticas de piedad que hasta ahora hemos aducido, no representan naturalmente toda la vida de oración de San Francisco; no son más que algunas manifestaciones de esa vida. Fray David de Augsburgo escribe ( 114 ): "La oración es de tres maneras: la primera cuando rezamos oraciones que el Espíritu Santo ha compuesto por la boca de otros hombres, como los Salmos, Himnos, el Padre nuestro y otras oraciones semejantes. La segunda, cuando tú de tu mismo corazón hablas confiadamente con Dios y con sus santos, según te (113) LEMMENs, 119-121; BoEHMER, 71-73. (114) Die sieben Vorregeln der Tugend, en PFEIFFER, Deutsche Mysti– ker, 324 s.

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