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414 LOS IDEALES DE SAN FRANCISCO DE ASÍS Entre los Santos veneraba con suma devoción a los Príncipes de los Apóstoles, San Pedro y San Pablo, porque se habían distinguido por un ardiente amor a Cristo y le habían precedido a él como augustos modelos en el ejercicio de la vocación apostólica. Todos los años se preparaba para su fiesta con un ayuno de cuarenta días. También a los demás santos honraba grandemente; el recuerdo de ellos lo infla– maba de continuo en nuevo amor de Dios ( 9 º). Todo lo que se rela– cionara con su culto, era santo para él, en especial sus reliquias ( 91 ); pero, con todo, lo principal era para él la imitaci6n de los Santos. Muchas veces solía amonestar a los Frailes que no sólo debían alabar a los siervos de Dios, sino también permanecer fieles a Dios en medio de las tribulaciones, persecuciones, desprecios, enfermedades y tenta– ciones y otras pruebas semejantes, tal como lo habían sido los San– tos ( 92 ). Después solía decir, siempre en su estilo caballeresco: "El Emperador Carlomagno, Roldán y Oliverio y todos los valerosos caba– lleros y adalides lucharon en la batalla contra los infieles en medio del calor y del hambre, alcanzaron grandes triunfos sobre ellos y murieron como santos mártires por la fe de Cristo. Pero hoy día se dan muchos juglares que quieren ser honrados y alabados porque saben contar esas hazañas y esos actos de valentía. Del mismo modo hay también entre nosotros muchos que ponen toda su honra en hablar y predicar de las grandes acciones de los Santos" ( 93 ). Sobre todas las devociones privadas ponía Francisco el Oficio divino. Naturalmente el servicio litúrgico no podía revestir en los pobres y pequeños conventos de los Frailes Menores aquella solemne pompa con que se celebraba en las grandes Abadías y Catedrales. Pero en el fervor con que los Frailes Menores practicaban el rezo litúrgico, no iban en zaga a los monjes y canónigos. Ya en la Regla de 1221 ordena el santo Fundador: "Todos los Frailes, tanto clérigos como legos, recen el oficio y rueguen por los vivos y difuntos, según la costumbre de los otros clérigos" ( 94 ). Todavía en su Testamento atestigua el Santo que él y sus Frailes rezaban al principio el Oficio según los otros clérigos ( 95 ). En la Regla definitiva cambi6 (a excepción del Salterio) el Oficio que de ordinario se usaba, adoptando el que estaba en uso en la Iglesia romana, es decir, en la Capilla Pontificia. En esa Regla mandó: "Los Frailes recen el Oficio divino según el orden de (90) S. BoNAV., ibídem. (91) THOM. CEL. II, n. 202. (92) Admonitiones, c. 6; Opuse., ed. LEMMENS, 9 s.; BoEHMER, 44. (93) Spee. perf., c. 4. (94) Regula I, c. 3; Opuse., ed. LEMMENS¡ 28; BoEHMER, 3 s. (95) "Officium dicebamus clerici secundum alios clericos." Opuse., ed. LEM– MENs, 79; BoEHMER, 37.
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