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408 LOS IDEALES DE SAN FRANCISCO DE ASÍS devoción del Vía Crucis, que ella ha extendido por las clases del pue– blo y por todos los siglos. Con el mismo fervor practicaron la devo– ción a Cristo y a la Cruz las Franciscanas, comenzando por Santa Clara hasta las Hermanas de Santa Cruz, fundadas en nuestros días. Refiere Tomás de Celano que Santa Clara todos los días moría espi– ritualmente con el Salvador crucificado; que rezaba el Oficio de la Pasión compuesto por Francisco con la misma íntima devoción que el Santo; que oraba de continuo a las llagas del Redentor; en general que tenía una ardiente veneración al Crucificado y que lo mismo recomendaba a sus monjas ( 5 º). En sus cartas a la Beata Inés de Praga se manifiesta un tierno amor al divino Salvador ( 51 ). En su lecho de muerte aún quiere que le lean por última vez las palabras de Jesús y la historia de su pasión; después hizo venir a Fray Juní– pero y le pidió alegremente que dijera algo nuevo en alabanza del Señor, porque sabía ella que ese "excelente trovador de Dios sabía decir palabras ardientes sobre el Señor" ( 52 ). Al mismo tiempo los místicos franciscanos tomaron la pluma para propagar la devoción al divino Redentor. Ya hacia mediados del siglo xm compuso Fray David de Augsburgo, además de otras obras en latín y alemán, consideraciones y oraciones tan amorosas sobre el "amadísimo Señor Jesucristo" que es difícil encontrar en parte alguna otras de igual profundidad, unción y belleza ( 53 ). Parece que no hace más que cantar un estribillo a las mismas, cuando añade aquellos versos: ¡Oh Jesús, dulce placer! Vos sois claro sol del alma Que dentro del alma brilla; Cuando la dulce nostalgia De vos al alma atormenta, ¡Oh qué grande gozo alcanza, Al arder de tu deidad En las dulcísimas llamas! (54). Un impulso aún más poderoso obtuvo la devoción a Cristo con Sim Buenaventura, el príncipe de los místicos. En casi innumerables pasa– jes de sus escritos recomienda la veneración del Crucificado como el camino más corto y seguro que lleva por todas las gradas de la oración hasta la cumbre de la unión mística con Dios. El alma que (5-0) Vita S. Clarae, c. 4, n. 30 s.; Acta SS., Augusti, t. II, p. 761. (51) Acta SS., MARTII, t. I, pp. 505-507. (52) Vita S. Clarae, c. 5, n. 51, p. 764. (53) FRANZ PFEIFFER (Deutsche Mystiker, I, 2 ed., Gottinga, 1907, 309-386) ha publicado algunos de esos textos en antiguo alemán. (54) o. c., 375.

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