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LA PIEDAD DE SAN FRANCISCO 401 lloraba con grandes gemidos la Pasión del Salvador, como si estuviera viéndola con sus ojos. Allí le notaron cómo extendiendo sus manos en forma de cruz se levantaba de la tierra y se veía rodeado de una nubecilla, testigo de su maravillosa ilustración interior. A menudo hablaba sólo en su interior, mientras sus labios permanecían inmobles, y retirándose por completo en su interior, enviaba al cielo su espíritu. Todos sus pensamientos y deseos y amores los enderezaba única– mente a Dios, de tal manera, que el Santo no parecía que oraba sino que se había convertido él mismo en oración, según la hermosa frase de Tomás de Celano: "Totus non tam orans quam oratio factus" ( 26 ). La predilección de San Francisco por los lugares solitarios de oración e íntima unión con Dios se comunicó también a los Frailes. Muchos de ellos vivían a temporadas y otros de continuo en eremitorios, por lo cual el santo Fundador se vió obligado a escribir para ellos una norma de vida especial, la cual es del tenor siguiente: "Aquellos que quieren llevar vida religiosa en los eremitorios sean tres o a lo sumo cuatro Frailes. Dos de ellos sean las madres y los otros dos o por lo menos uno sea el hijo. Los dos primeros hagan la vida de Marta, los otros dos la de María Magdalena. Los que llevan la vida de María, tengan un lugar y en él cada uno su aposento, de modo que no habiten ni duerman juntos. Y recen siempre las Completas de día cuando el sol está próximo· al ocaso. Guarden exactamente el silen:::io, recen las horas y levántense a maitines y busquen ante todo el reino de Dios y su justicia. A la hora correspondiente recen Prima y Tercia, y des– pués de Tercia pueden romper el silencio y hablar e ir a sus madres y si quieren pueden pedir a las mismas limosna por amor de Dios nuestro Señor, como pobres miserables. Y después a su tiempo recen Sexta, Nona y Vísperas. Y no permitan que nadie entre o coma en el lugar donde elles moran. Y aquellos Frailes, que hacen el oficio de madres, permanezcan cuidadosamente alejados de todo hombre, y obe– dientes a sus superiores deben mantener también a los hijos alejados de todos, de modo que nadie pueda hablar con ellos. Y los hijos no hablen con nadie más que con sus madres y su custodio, cuando éstos tienen por bien visitarlos con la bendición de Dios. Mas los hijos deben tomar alternativamente el oficio de madres, según que er.. cada ocasión les pareciere bien. Esfuércense por observar cuidadosamente lo dicho hasta aquí" ( 27 ). Francisco saltaba de júbilo y de alegría cuando oía contar de los Frailes, que ejercitaban fielmente esta vida de recogi– miento continuo y de oración no interrumpida ( 28 ). (26) lbíd., n. 95; S. BoNAV., c. 10, n. 4. ( 2 7) De religiosa l:Jabitatione in eremo, Opuse., ed. LEMMENs, 83 s.; BoEH– MER, 67. (28) THOM. CE:.. II, n. 178.

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