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380 LOS IDEALES DE SAN FRANCISCO DE ASÍS Seguramente que Francisco no comprendió toda la importancia de la ciencia para el apostolado de sus Frailes, y mucho menos pudo estimular o ni siquiera adivinar el poderoso desarrollo, que la ciencia alcanzó en su Orden. Pero con todo, ese desarrollo estaba contenido, como en germen, en la idea del apostolado, que impuso a sus Frailes como una obligación; era simplemente la continuación directa del des– arrollo que ya en vida suya adquirió la Orden; no es, a decir verdad, más que el eco de aquella amonestación del Maestro en la hora de su muerte: "A todos los teólogos y a los que nos administran las san– tísimas palabras divinas (la sagrada Escritura) debemos honrar y re– verenciar, puesto que ellos nos administran espíritu y vida." II. Pero el mayor cuidado de Francisco fué siempre el armonizar la ciencia con la vida apostólica. Solamente podía aprobar aquellos estudios científicos, que no violaran su ideal de vida evangélica y apostólica. Los puntos de contacto en que podía temerse una coli– sión, eran la pobreza, la lnnnildad, (la sencillez) y la piedad. Es claro sin más, que la ciencia en muchos casos particulares podía caer en contradicción con esta seráfica constelación de tres estrellas, y no se necesitaba ser profeta sino que bastaba tener el conocimiento que el santo Fundador tenía de los hombres y del mundo, para mirar desde ese punto de vista con grande recelo al movimiento científico. El problema más difícil consistía, como lo demostró el tiempo si– guiente, en hermanar la pobreza de la Orden con la ciencia, en unir la renuncia completa a las cosas terrenas con la adquisición de los libros necesarios. Del confuso revuelto de noticias sobre el particular saquemos en limpio lo que el Santo realmente pensaba sobre este punto. Queremos advertir para más exacta orientación, que aquí, además de las fuentes primitivas, son también críticamente de mucho valor el Speculum perfectionis y las obras de los jefes espiritualistas Angel de Clareno y Ubertino de Casale. El Speculum trata sobre estas cuestiones principalmente en el capítulo II o sea precisamente en aque– lla parte de esta compilación, que sin duda con más seguridad hay que "In tribus igitur consistir exercitium sacrae Scripturae (de la Teología): circa lectionem, disputationem et praedicationem ... Lectio autem est quasi funda– mentum et substratum sequentium; quia per eam ceterae utilitates comparantur. Disputatio quasi paries est in hoc exercitio et aedificio, quia nihil plene intelligitur, fideliterve praedicatur, nisi prius dente disputationis frangatur. Praedicatio vero, cui subserviunt priora, quasi tectum est tegens fideles ab aestu et turbine vitiorum. Post lectionem igitur sacrae Scripturae, et dubita– bilium per disputationum inquisitionem, et non prius, praedicandum est." Ver– bum abbreviatzrm, c. 1, MIGNE, Patr. lat. 295, 25. Lo mismo dicen en sustancia ALANus AB lNsuus (Summa de arte praedicatoria, prefatio, MIGNE, 210, 111) y PETER D'AILLY (Tractatus Universitatis, ed. D'ARGENTRO, Collectio iudiciorum de novis erroribus, I, 2, París, 1728, 77).

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