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SAN FRANCISCO Y LA CIENCIA 379 su mayoría con los Mendicantes ( 93 ), de modo que éstos venían a ser los principales sostenes de toda la cultura eclesiástica, los que se dedi– caban a la enseñanza, a la ciencia y a la escritura de libros. Tan grande era la dependencia en que estaba el clero para con ellos, que Rogerio Bacón puede asegurar: "Los clérigos seculares no han com– puesto en estos cuarenta años ninguna obra de Teología y están con– vencidos de que no saben nada, si no han estudiado diez o más años con individuos de las dos órdenes. No se atreven tampoco a leer las sentencias ni graduarse en Teología ni tener una lección o disputa o sermón, como no sea sirviéndose de los cuadernos de los Frailes men– dicantes. Y esto es manifiesto a todos tanto en la Universidad de París como en todas partes" (º 4 ). Sólo ahora acabamos de comprender que la actividad escolar y la ocupación de los Franciscanos en la enseñanza venían a desembocar en el apostolado franciscano. La misma sagrada Escritura se explicaba en la cátedra y en el púlpito, allí en forma más profunda, aquí en forma popular; lo que era el sermón para el pueblo sencillo, eso era la lección escolar para los teólogos ilustrados; la lecció:.1 era la predi– cación a los clérigos. Más aún; en la escuela los clérigos se formaban y pertrechaban para administrar el oficio de la predicación; la escuela era la célula matriz del apostolado de la predicación. Y aún con esto no está dicho todo: la escuela era la primera parte de la predicación, como la predicación era el final y el término de los estudios teoló– gicos, hechos en la escuela; tomadas ambas cosas juntas, formaban las dos partes integrantes del edificio científico de la Iglesia ( 95 ). (93) Las escuelas de los Mendicantes eran en su mayoría establecimientos de enseñanza ptiblicos, accesibles a todos. Así como nadie pensaba en cerrar la iglesia al público y restringir la palabra de Dios a una clase del pueblo, así tampoco, de ordinario, se le hubiera ocurrido a un Maestro de Teología el abrir su aula sólo para los clérigos de su casa o de su convento. Escuelas ce– rradas o estudios particulares existían solamente, donde no se buscaba una formación muy profunda o no se podía contar con la asis:encia de escola– res forasteros. (Véanse las pruebas en FELDER, l. c. 329-332; trad. franc., 341-345). ( 9 4) "Propter quod accidit, ut saeculares a quadraginta annis nu!lum com– posuerint in theologia tractatum, nec reputant se aliquid posse scire, nisi per decem annos, ve! amplius, audiant pueros duorum Ordinum. Nec aliter praesu– munt legere sententias, nec incipere in theologia, nec unam !ectionem, nec disputationem, nec praedicationem, nisi per quaternos puerorum in dictis Ordi– nibus; sicut manifestum est omnibus in studio Parisiis et ubique." RoGER. BAcÓN, ibíd., c. c. 5, 428 s. Con la expresión "pueri duorum Ordinum" designa Bacón a los grandes maestros de las órdenes Mendicantes, como Alberto Magno, Tomás de Aquino, etc. lbíd., 426. (95) El famoso profesor y predicador PETRUS CANTOR, expresa así la idea que en aquel tiempo se tenía sobre la u::iidad del estudio y ée la predicación:
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