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376 LOS IDEALES DE SAN FRANCISCO DE ASÍS nueva familia franciscana toda una muchedumbre de clérigos y sa– bios ( 82 ). En 1219 el mismo Cardenal Jacobo de Vitry fué testigo de la poderosa fuerza de atracción que la predicación de Francisco y su Orden ejercía entre la gente ilustrada del ejército cruzado de Damieta. Un gran número de entre los amigos de ese príncipe de la Iglesia entraron sin vacilar en la Orden, mientras que otros a duras penas pudieron ser retenidos en el ejército y en sus diócesis ( 83 ). Todavía en vida del Santo, en París, Oxford y otras partes afluían muchos escolares a los Franciscanos ( 84 ). Claro está que estos jóvenes, que naturalmente habían de continuar en su trabajo científico, debían recibir instrucción teológica. Pero aún prescindiendo de eso, era deseo de la Iglesia que los Men– dicantes se emplearan en la escuela y la enseñanza lo, mismo que en la predicación, para utilidad del clero regular. Por más que a principios del siglo xm reinaba en las Universidades una activa vida intelectual y aunque los otros estudios o escuelas particulares (pocas en número) se hicieron muy beneméritos en la formación del clero, sin embargo ellas no podían alcanzar más que a muy reducidos círculos del clero. La mayoría de los sacerdotes, sobre todo en el campo, eran por decirlo así ignorantes, apenas entendían el latín necesario para poder rezar el breviario. Los Sínodos y los Papas lamentan de continuo este mal estado de las cosas y reclaman la fundación de escuelas. Pero todo fué casi inútil, pues ni siquiera se cumplió la ordenación del cuarto Con– cilio de Letrán de que en cada ciudad episcopal se colocara un maestro de gramática y en cada iglesia metropolitana otro de Teología. La reforma de los estudios eclesiásticos continuaba siendo un problema candente que ni el clero secular ni las antiguas órdenes querían o podían resolver ( 85). Así es que la Iglesia se dirigió a las dos órdenes "que estudia– ban" ( 86 ). El Papado, al emprender la reforma de los estudios em– pleando en ello toda su fuerza, podía disponer plena y libremente de estas milicias volantes de los Santos Domingo y Francisco. Precisa– mente estaban las órdenes mendicantes ocupadas en su definitiva orga– nización, la cual se realizó en íntimo contacto con la Curia Romana, y sin duda les habría sido recomendado también el asunto que más interesaba a la Curia, que era el cultivo de los estudios. Los Dominicos (82) MATTHAEI PARIS. Chron. maiora, ed. Monum. Germ. hist. Script., XXVIII, 248, lin. 1-6. (83) IAcOBr V1TRIACENc1s Episi. scripta a. 1220, Mart., en BoEHMER, 101 s. (84) Pruebas en FELDER, o. c. 167 s., 305 s. (trad. fr., 174, 316). (85) Cfr. FELDER, o. c. 113-120 (trad. fr., 121-131). (86) RoGERI BAcoNrs Compendium studii philosophiae, c. 5, ed. BREWER, 426s.
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