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368 LOS IDEALES DE SAN FRANCISCO DE ASÍS dos, para que no se hagan maestros de error" y manda "que se haga anunciar con la mayor frecuencia posible la palabra de Dios por medio de varones aptos" ( 33 ). El cuarto Concilio de Letrán (1215) inculca a todos los obispos que coloquen en todas partes hombres científica– mente aptos como predicadores de la divina palabra, y exige también de los prelados ciencia para poder ejercer el oficio de la predica– ción ( 34 ). A esto se conforma el proceder observado por la Iglesia con las asociaciones religiosas, que solicitaban el derecho de ejercer la predica– ción dogmática. Cuando los Valdenses, alegando su aptitud, se entro– metieron a predicar la sagrada Escritura, fueron rechazados por el Arzobispo de Lión ( 35 ). Y como ellos, eso no obstante, se dirigieran con la misma súplica al III Concilio de Letrán ( 11 79), hizo notar Gualtero Mapes, que aquéllos eran punto menos que ignorantes y que por lo tanto era imposible que fueran atendidos ( 36 ). De igual modo Inocencio III en 1201 denegó a los Pobres de Lombardía el permiso para la predicación dogmática, por carecer de instrucción teológica; pero el mismo Papa poco después (1208) concedió ese permiso a los Pobres católicos teniendo en cuenta su previa formación teológica ( 37 ). Algunos años más tarde (1215) fundó Santo Domingo la Orden de Predicadores; y así como se hizo resaltar con toda clari– dad que el fin de la Orden era la predicación eclesiástica en toda su extensión, así con la misma claridad fué considerado el estudio como medio indispensable para lograr ese fin ( 38 ). Los Franciscanos habían pasado ya en 1212-1213 de la predicación meramente moral a las misiones entre infieles y pocos años más tarde que los Dominicos inauguraron el oficio de la predicación eclesiástica en el más extenso sentido de la palabra, incluyendo en ella la predica– ción dogmática entre católicos y herejes ( 39 ), a lo cual vino a añadirse pronto la administración del Sacramento de la Penitencia ( 4 º). Por consiguiente, es preciso fijar por el mismo tiempo los comienzos del estudio de la Teología entre ellos. Decimos los comienzos de los estudios teológicos, pues es seguro y pronto lo demostraremos expresamente, que no podía tratarse más que de la Teología o, para hablar con más exactitud, de la sagrada (33) MANSI, Concil. Collectio, XXII, 31-32. (34) Cfr. supra, p. 348. (35) Cfr. supra; p. 345. (36) GuALTERI MAPES, De nugis curialium, Camdem Society, 1850, 64 ss. (37) Cfr. supra 1 p. 345. (38) Cfr. DENIFLE, Die I<:.onstitutionen des Predigerordens vom Jabre 1228, en: Arcbiv für Literatur-und I<:.írcbengescbicbte des Mittelalters, I, 184-192. (39) Cfr. suprc1, p. 346 ss. (40) Cfr. supra, p. 328 ss.

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