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348 LOS IDEALES DE SAN FRANCISCO DE ASÍS los enemigos de la fe, que los contemporáneos le dieron el nombre de "Martillo de los herejes" ( 1 º 6 ). Es digno de notarse que San Antonio desarrollaba su brillante acti– vidad como predicador moral y dogmático precisamente en aquellos años en que Francisco redactaba su Regla en colaboración con Hugo– lino, el futuro Papa Gregario IX, y en ella no hacía mención expresa más que de la predicación moral, es decir, de los sermones "sobre los vicios y virtudes, la pena y la gloria" ( 107 ). Según esto la predicaci6n moral mencionada en la redacción de la Regla de 1223 no excluía la predicación dogmática, como tampoco la excluían las ordenaciones so– bre la predicación dadas en el siglo xm fuera de la Orden Franciscana, a pesar de no mencionarse en ellas más que la predicación moral ( 108 ). Muchos otros Franciscanos se emplearon lo mismo que San Antonio en la predicación dogmática, pues ya en 1237 puede asegurar Grega– rio IX: "Porque la impiedad ha rebosado y la caridad de muchos se ha resfriado, Dios ha suscitado la Orden de los amados hijos los Frailes Menores los cuales se han dedicado a evangelizar la palabra de Dios tanto para destruir las herejías como para desarraigar todas las demás mortíferas pestilencias" ( 1 º 9 ). Poco después ensalza Alejandro IV a las demum verbum virtutis eius et doctrina salutaris in cordibus audientium radices fixit, ut eliminara erroris spurcitia non parva credentium turba Domino fideliter adhaereret. In quibus haeresiarcham unum, Bonillum nomine, ah annis triginta errore infidelitatis abductum... " Vita S. Antonii, c. 9, n. 3-6. (106) "Ita quod vulgato ubique vocabulo haereticorum indefessus malleus dicebatur." Legenda Benignitas (hacia 1300), ed. L. de Kerval, p. 220. Para comprender la gran parte que la refutaci6n de los herejes ocupaba en la pre– dicación dogmática, basta tener en cuenta el hecho de que sólo en Lombardía, por ejemplo, se contaban diez y siete confesiones no católicas. Cfr. FELICE Tocco: L'eresia ne! Medioevo, Florencia, 1884, 146, nota. (107) Cfr. supra, p. 344. (108) Las más importantes entre esas instrucciones para administrar el oficio de la predicación proceden del Cisterciense ALANO DE INsuus (de Lille) ( t 1202) y del Dominico HuMBERTO DE RoMANS (hacia 1250), De eruditione praedica– torum (Max. Bibl. PP., XXX, 420-567). Ambos se limitan a temas morales, es decir, planes de sermones sobre las virtudes y vicios, para sermones de circuns– tancias y sobre los deberes de cada estado. Algo más tarde apareció la Ars concionandi, atribuída a San Buenaventura, pero que probablemente no es de él. También en ella se proponen solamente asuntos morales. (Cfr. S. BoNAVEN– TURA, Opera, IX, 8 ss.) Al fin, se halla esta advertencia: " ... non est conandum indifferenter causas rerum omnium et effectus sustinere, sed maxime rerum moralium, quas volumus commendare vel reprobare, scilicet virtutum, vel vitio– rum, vel eorum, quae faciunt ad meritum... Unde verissime theologia habet cognoscere vitia et virtutes." Ibíd., n. 51, p. 20 s. (109) "Quoniam abundavit iniquitas et refriguit charitas plurimorum, ecce Ordinem dilectorum filiorum Fratrum Minorum Dominus suscitavit, qui non quae sua sunt, sed quae sunt Christi quaerentes, tam contra profligandas haereses, quam contra pestes alias mortíferas exstirpandas, se dedicarunt evangelizationi

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