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344 LOS IDEALES DE SAN FRANCISCO DE ASÍS sido conservados de Francisco, su "Instrucción" a todos los cristianos, las noticias sobre discursos, que pronunció en Greccio con ocasión de la plaga de lobos ( 8 º), en el Capítulo de las Esteras en Porciún– cula ( 81 ) y en Bolonia (1222) con motivo de la lucha entablada entre las familias de la nobleza ( 82 ), así como también las ideas principales de alocuciones, que él pone en boca de un Fraile simple y de un Fraile letrado con ocasión de una fingida asamblea general de todos los religiosos del mundo ( 83 ). Aun es más significativa la alocución que el Santo incluyó en la Regla de 1221 y la cual ya antes hemos dado a conocer ( 84 ). Ella nos muestra que bajo el término de "predicación de penitencia" entendía el Santo precisamente lo que nosotros acos– tumbramos llamar "sermón moral". Y así en la Regla de 1223 Fran– cisco señala el asunto ordinario de la predicación franciscana con estas palabras: "Amonesto y exhorto a los Frailes que en la predicación que hacen sean examinadas y castas sus palabras, a utilidad y edifi– cación del pueblo, anunciándoles los vicios y virtudes, la pena y la gloria con brevedad de sermón, porque palabra abreviada hizo el Señor sobre la tierra" ( 85 ). Así pues la predicación permitida por Inocencio III (1209) y ejer– citada por Francisco y la primera generación de sus Frailes, era mani– fiestamente sola la predicación moral, en oposición a la predicación de la Escritura, la cual partiendo del texto inspirado exponía el con– tenido tanto moral como dogmático de la revelación, y la cual por lo mismo era llamada simplemente predicación dogmática. Que a los Minoritas en un principio les fué encomendada la predi– cación de penitencia o la predicación moral, a diferencia de la predi– cación de la Escritura o predicación dogmática, se desprende aún con mayor claridad teniendo en cuenta la costumbre-ley que ya entonces se había formado con relación a los predicadores populares. Siempre que a un lego o a un clérigo iletrado se daba el permiso de predicar, se exceptuaba la predicación de la Escritura, la cual estaba únicamente reservada a los más ilustrados entre el clero. El predicador popular Pedro de Waldo y sus secuaces se enredaron en litigios con el Arzo– bispo de Lión, porque tenían la osadía de entremeterse a exponer y (80) THoM. CEL. II, n. 35. (81) loRo. A lANo, n. 16. (82) Cfr. supra, p. 297. (83) THOM, CEL. II, n. 191. (84) Cfr. supra, p. 336. (85) "Moneo quoque et exhortar eosdem fratres, ut in praedicatione, quam facíunt, sint examinata et casta eorum eloquia, ad utilitatem et aedificationem populi, annuntiando eis vitia et virtutes, poenam et gloriam cum brevitate ser– monis; quia verbum abbreviatum fecit Dominus super terram." Regula II, c. 9, Opuse., ed. LEMMENs, 71; BoEHMER, 34.
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