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EL APOSTOLADO FRANCISCANO 337 no podía encomendarse sino a Frailes que fueran aptos para el oficio de la predicación. Que Inocencio III al aprobar el apostolado francis– cano quería aprobar no sólo la exhortación sino también la predica– ción en el sentido dicho, no puede ser puesto en duda, pues para la sencilla exhortación que a todo cristiano le está permitida, no era nece– saria una formal autorización por pa::te de la Iglesia. Además para de– dicarse únicamente a la exhortación no necesitaban Francisco y sus compañeros ser admitidos en las filas del clero, pero sí debían ser clé– rigos para poder ejercitar sin oposición la predicación propiamente di– cha. Por fin el Papa, si sólo se hubiera tratado de la exhortación, no hubiera determinado que en adelante sólo aquellos Frailes que hubieran recibido el permiso de Francisco tendrían licencia de predicar ( 52 ); ya que, como hemos visto, la exhortación era cosa de todos los Frailes. Por lo demás, puédese demostrar positivamente que en realidad kcmerorden, pp. 33-48 (trad. francesa, pp. 39-57), hemos probado extensamente contra KARL MüLLER (Die Anfange des Minoritenordens und der Bussbru– derscbaften, Friburgo de Brisgovia, 1885, p. 42), y PAuL SABATIER (Vie de Saint Franr;ois, 21 edición, París, 1899, 80 ss.) que en los diez primeros años de la Orden franciscana estaban ya en uso no sólo las exl:ortaciones, sino también la predicación, propiamente dicha. Desde entonces este hecho ha sido admitido bastante generalmente, no obstante la oposición de FRANZ XAVER SEPPELT (Wissenschaft und Franziskanerorden, ihr Verhaltniss im .ersten Jahr– hundert des letzteren, en: Kirchengescbichtl. Abhandlungen, publicados por SnRALEK¡ 4 vol. Breslau, 1906, 160 ss.). La diferencia entre la opinión de SEPFELT y la mía no es con 'todo muy grande. También SEPPELT concede que en la Orden de Menores fueron usadas tanto las exhortaciones como la predicación, propiamente dicha; sólo cree que esta última no comenzó hasta 1221, mientras que yo la coloco ya luego de ser confirmada la Regla primit:va y al mismo tiempo que las exhortaciones. SEPPELT escribe al fin: "Puede admitirse sin más que en el tiempo de transición, o sea hacia 1220, eran ya en la práctica culti– vadas simultáneamente ambas maneras de predicación, que por lo demás se mezclan fácilmente" ( l. c., 165). Sólo a consecuencia de una fatal confusión de ideas niega la existencia en los primeros años de la predicación propiamente dicha. Es que por "predicación propiamente dicha" entiende solamente el "ser– món dogmático" (l. c., 165) en oposición a las "exhortaciones de legos", la~ cuales a su vez identifica con la "predicación moral" o "predicación ambu– lante" (l. c., 160). Ahora bien, son conceptos que hay que distinguir bien unos de otros. No debe presentarse el sermón dogmático como la única forma de predicación propiamente dicha, y menos aún tratándose del siglo xm, donde quedó muy por detrás de la predicación moral. Tampoco debe identificarse sencillamente la predicación moral con las exhortaciones de legos, ya que aqué– lla era practicada, como lo es hoy, durante los oficios litúrgicos. Por fin la predicación ambulante era ejercitada no sólo por legos, sino también por los sacerdotes y abrazaba por lo tanto no sólo las exhortaciones, sino también la predicación moral y los sermones dogmáticos. Recuérdese sino las predicaciones ambulantes de un Antonio de Padua, Bertoldo de Ratisbona, Bernardino de Sena, Vicente Ferrer y otros. (52) Cfr. supra, p. 313.

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