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EL APOSTOLADO FRANCISCANO 329 Por eso es que Francisco no menciona esta ocupación apostólica ni en las últimas redacciones de la Regla ni en sus otras manifestacio– nes. únicamente ordena que los sacerdotes de la Orden absuelvan de los pecados a los Frailes y que los Frailes, a ser posible, se dirijan a confesores de su Orden ( 6 ). Y por más que ya pocos años después de la fundación del Instituto franciscano era grande el número de sacerdotes, que en él ingresaban (7), sin embargo hasta poco antes de la muerte de su Fundador en ninguna parte encontramos que los Frailes sacerdotes oyeran en confesión a seglares. Pero su grandiosa actividad no pudo por mucho tiempo contenerse en los estrechos límites 'de la predicación. Muchos fieles deseaban cada día con más ardor poderse dirigir a los Mendicantes en sus casos de conciencia, bien porque los mismos eran extraños y pasaban por más perfectos o bien porque el clero parroquial era con frecuencia incapaz, indigno o poco numeroso ( 8 ). Así los Frailes con el permiso o a ruegos del párroco se sometieron en muchas part::s al penoso cuanto importante oficio de oír confesiones. Si no nos equivocamos, la primera noticia que encontramos sobre esto, es de la Pascua de 1224. Fray Haimón de Faversham, que fué después General de la Orden, llegó en aquel día en París a una parro– quia, donde había reunida una gran mu::hedumbre del pueolo. Temien– do que las gentes se acercaran indignamente a la mesa del Señor, les dirigió un sermón acerca de la recepción del Santísimo Sacramento del Altar, hablando con tal eficacia, que muchos retardaron la comunión hasta que se hubieron confesado con él, por lo cual hubo de sentarse a confesar en la iglesia durante tres días enteros con gran consuelo del pueblo ( 9 ). En la Cuaresma de 1231 predicó San Antonio en Padua y todos los días desde la mañana hasta la noche se dedicaba a oír las confesiones de los casi innumerables oyentes ( 10 ), y sin duda que antes de ahora, ya desde el principio de su apostolado ( 1222) había el santo ejercido el oficio de confesor lo mismo que el de predicador. Y como a sus sermones acudían con frecuencia hasta 30.000 perso- (H) Regula I, c. 20; II, c. 7; Opuse., ed. LEMMENs, 49 s., 69 s.; BoEHMER, 20, 23. (7) Véanse las pruebas en FELDER: Geschichte der wissenschaft!ichen Studien im Franziskanerorden, Friburgo de Brisgovia, 1904, 68 (trad. francesa, p. 7 6). (8) Cfr. S. BoNAv., Sentent. lib. IV, dist. 17, pars. 3, a. 1, q. 2, conclusio, Opera, V, 453 s.; Determinat. quaest., pars 1, q. 2, Op.era, VIII, 338 s.; Quare Fratres Minores praedicent et confessiones audiant., n. 13 ss.; Opera, VIII, 378 ss. (ll) EccLESTON 1 coll. VI, ed. LITTLE, 34 s. Sobre la fecha, v. ibíd., p. 35, nota b. (10) " ... propter infatigabilem animarum zelum praedicando, docendo, con– fessiones audiendo usque ad solis occasum, quam saepe ieinnus manebat." Vita S. Antonii, c. 11, n. 7, ed. L. DE KERVAL,
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