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326 ' LOS IDEALES DE SAN FRANCISCO DE ASIS Por más que durante varios días estuvo tratando con los Frailes sobre esta cuestión, no llegó a quedarse tranquilo; por lo cual envió un recado a Fray Silvestre, que estaba continuamente dedicado a la ora– ción en una montaña encima de Asís, suplicándole que obtuviera de Dios la solución de aquella duda y se la comunicara. Asimismo en– cargó a Santa Clara que orase con sus monjas para conocer la voluntad de Dios en ese asunto. Cuando volvió Fray Masseo, que era el encar– gado de esa embajada, arrodill6se Francisco, descubrió h cabeza y cruzando los brazos preguntó humildemente: "¿Qué manda mi Señor Jesucristo, que yo haga?" Masseo respondió: "Quiere que salgas como un heraldo a predicar, porque Dios no te ha llamado solamente para ti, sino también para. la salvación de los demás hombres." Oído esto, levantóse el Santo en seguida y se puso en camino. "Pero iba, nota San Buenaventura, con tal prisa, como si bajo el influjo de Dios hu– biera recibido nueva fuerza del cielo" ( 1 º 3 ). Ese mismo infatigable e insaciable celo animó en adelante toda su vida. Tomás de Celano la abraza de una ojeada y la resume con las siguientes palabras: "Durante 18 años su cuerpo apenas o nunca tuvo descanso, recorriendo diversas y muy lejanas comarcas, en las cuales aquel espíritu pronto, aquel espíritu devoto, aquel espíritu ferviente, que en él habitaba, esparcía la semilla de la palabra divina. Llenó todo el mundo con el Evangelio de Cristo de tal manera, que en un solo día recorría con frecuencia cuatro o cinco aldeas y aun ciudades, pre– dicando en todas partes el reino de Dios y de todo su cuerpo hacía lengua para edificar a los oyentes no menos con el ejemplo que con la palabra" ( 1 º 4 ). Y más tarde, cuando a consecuencia de las sagradas llagas no podía caminar a pie, durante los dos últimos años de su vida se hacía llevar por ciudades y aldeas en un jumentillo, para animar a los pueblos a lle- (1-03) Este episodio, que nos cuenta SAN BuENAVENTURA (c. 12, n. 1-2) y que en lo sustancial está de acuerdo con el referido por los Actus B. Francisci (c. XVI), debe ser distinto del que acabamos de citar, tomado de ToMÁs DE CELANO (I, n. 35). Este último acaeció cuando los doce primeros Frailes vol– vían de Roma (1209), en cambio el primero es preciso colocarlo algunos años más tarde, ya que en él se hace mención de las Clarisas, fundades en 1212. No coinciden tampoco las demás circunstancias de ambos relatos. (204) "Nam per decem et octo annorum spatium, quod tune erat expletum, vix aut nunquam requiem habuerat caro sua, varias et longissimas circuiens regiones, ut spargeret ubique semina verbi Dei spiritus ille promptus, spiritus ille devotus, spiritus ille fervens, qui eam inhabitabat. Replebat omnem terram evangelio Christi, ita ut una die quatuor aut quinque castella, vel etiam civi– tates, saepius circuiret, evangelizans unicuique regnum Dei, et non minus exem– plo quam verbo aedificans audientes, de tato corpore fecerat linguam." lbíd., I, n. 97.
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