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EL APOSTOLADO FRANCISCANO 319 Sólo que el caballero espiritual de Asís entendía el apostolado entre los infieles en un sentido esencialmente distinto que los caballeros segla– res. Todo el empeño y esfuerzo, la vida y muerte de los cruzados esta– ban destinados al apostolado de la espada, impuesto por el furor de los infieles y sin embargo elegido libremente por ellos mismos. Así como ya a princirios de la Edad Media, con frecuencia se había predi– cado el Evangelio con las armas de Ja violencia, así ahora las Cruzadas debían con medios militares, materiales y políticos vencer el mahome– tismo y hacerlo dócil al Cristianismo. Francisco por el contrario espi– ritualizó la idea de las Cruzadas, y fija la mirada en el ejemplo de Cristo y de sus Apóstoles se dirigió a los Sarracenos como predicador del Evangelio, de la paz, de la penitencia, de la gracia y de la verdad. Ya tres años de::pués de fundada la Orden (1212-1213), por lo tanto en un tiempo en que los Frailes Menores apenas habían pasado los lími– tes de la Umbría emprendió Francisco la misión entre los paganos. Tomás de Celano en su narración hace resaltar expresamente que "el bienaventurado Padre Francisco, ardiendo en amor divino y suspi– rando por el martiio, resolvió embarcarse para las partes de Siria, con el fin de predicar a los Sarracenos y otros infieles la fe cristiana y la penitencia" ( 78 ). Pero arrojado con sus compañeros por una violenta tempestad a las costas de Eslavonia tuvo que volver a Italia por An– cona (7 9). No teniendo pcr de pronto esperanza de poder llegarse a los países musulmanes de 0:iente, dirigióse poco después ( 1213 a 1215) hacia el imperio sarraceno de España y Marruecos, haciendo el viaje a pie por Lombardía y el Sur de Francia. Nuevamente acentúa el biógrafo la índole puramente evangélica de su cruzada: "El siervo de Dios Fran– cisco dejando el mar recorre la tierra, y labrándola con el arado de su palabra, siembra fa semilla de vida y produce fruto bendito. Su objeto era el martirio, su pecho ardía en vivos deseos del mismo. Emprendió el viaje hacia Marruecos para predicar el Evangelio al Miramamolín y sus secuaces. Y era empujado por un deseo tan ardiente, que a veces, dejando a su compañero de viaje, corría ebrio de espíritu delante de él para poder realizar más pronto su propósito. Pero plugo a Dios piadoso compadecerse de mí y de otros muchos por sola su bondad; pues cuando Francisco hubo llegado a España, el Señor le salió al camino y enviánéole una enfermedad para que no prosiguiera ade– lante, lo hizo volver del viaje comenzado" ( 8 º). Mas no por eso perdió el ánimo. Cuando algún tiempo después en el Capítulo de Pentecostés de 1219 envió Frailes a los más remotos (78) THOM. CEL. I, n. 55; Tract. de mirac., n. 33. (79) TI-IoM. CEL. lbíd.; S. BoNAv., c. 9, n. 5. (80) TI-IoM. CEL. I, n. 60. Cfr. S. BoNAv., c. 9, n. 6:
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