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296 LOS IDEALES DE SAN FRANCISCO DE ASÍS También en otras partes hizo el Santo de medianero en semejantes luchas de clases. Cierto día dirigíase a Arezzo en ocasión en que toda la ciudad se hallaba en un gran alboroto; grandes y pequeños se des– pedazaban mutuamente; la ciudad parecía destinada a perecer sin reme– dio. Francisco envió delante a su compañero, que era Fray Silvestre, diciéndole: "Vete presuroso a la puerta de la ciudad y manda en nom– bre de Dios Todopoderoso a los demonios de la discordia que salgan al punto de la ciudad." Después que el Fraile en su simplicidad hubo cumplido el encargo, presentóse Francisco con su acostumbrado sa– ludo de paz ante la excitada muchedumbre del pueblo y en poco tiempo restableció la calma. El hombre de paz vino a ser el salvador de la ciudad ( 23 ). Por lo demás si el pueblo en sus muy justas pretensiones echaba mano con frecuencia de medios injustos, era que había aprendido las lecciones de los mismos señores feudales, los cuales a menudo renegaban del ideal del caballero cristiano, para entregarse a la rapiña y a guerras privadas. La sed apasionada de poder y de posesiones los inducía no sólo a explotar injustamente a sus súbditos, sino también a combatirse mutuamente. Son significativas las palabras, que el Papa Urbano II, en su discurso de Cruzada en el Sínodo de Clermont (1095), dirigió a los caballeros: "Las armas, que vosotros criminalmente habéis man– chado en sangre, matándoos unos a otros, volvedlas ahora contra los enemigos de la fe y del nombre cristiano. Por medio de una obra agra– dable a Dios purificaos de los hurtos, rapiñas e incendios. Vosotros que habéis oprimido a los huérfanos, despojado a las viudas, asesinado a vuestros hermanos cristianos, saqueado las iglesias, ejercitado toda clase de infamias, cesad ahora de esos crímenes y luchad por vuestros her– manos en la fe contra los pueblos extraños" ( 24 ). Los caballeros, si– guiendo este llamamiento, pusieron al servicio de una causa santa su indomable afán de pelear y ennoblecieron la caballería. Pero muchos representantes de la nobleza feudal hicieron después también uso del derecho de la fuerza, y todos los esfuerzos, que la Iglesia y el Imperio emprendieron en contra, no fueron capaces de remediar ese desorden. -~ambién tropezamos con él siguiendo las huellas de paz de San Fran– cisco. Los señores de Perusa eran muy famosos a causa de sus violencias. Ninguna ciudad a la redonda estaba segura. En especial habían tratado repetidas veces de subyugar y saquear la vecina Asís. Con todo, Fran- riadores han puesto siempre de relieve la parte que tomó Francisco en la recon– ciliación de los Maiores y Minores de Asís. Cfr. PENNAccm, ll patto d'Assisi e San Francesco, Asís, 1911. (23) THoM. CEL. II, n. 108; S. BoNAv., c. 6, n. 9. (24) HARDurN, Acta Concil., VI, 2, 1724.
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