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SAN FRANCISCO Y LAS OBRAS DE MISERICORDIA 285 Sus Frailes se inquietaban de que el santo Fundador, siendo él mismo tan débil y estando casi siempre enfermo, regalaba siempre los vestidos de invierno, que le daban piadosos bienhechores, por lo cual le proporcionaron ellos mismos un manto, espera:ido que no lo regalaría sin contar con el permiso de ellos; pero Frar:.cisco salió del paso con un ardid muy original. Era en Cella, cerca de Cortona. Llegóse al Santo un pobre hombre que acababa de enterrar a su mujer y tenía que cuidar de una numerosa familia de hijos menores de edad. El Santo no disponía más que de su manto y éste no podía darlo sin más. Entonces se le ocurrió una manera de empeñar el manto en favor de¡ pobre. Dijo pues a éste: "Por amor de Dios te doy este manto, pero con la condición de que no lo ::les a nadie, si no es bien pagado." Lo advirtieron los Frailes y se apresuraron a quitar el manto al pobre. Pero éste, viendo en el rostro del Santo que éste le animaba e infundía valor, defendió con todas sus fuerzas el manto como si fuera suyo propio. Por fin los Frailes tuvieron que ceder y volver a comprar el manto ( 51 ). Cuando éstos y semejantes medios no le resultaban, el Santo ale– gaba su altísimo ideal de pobreza, el cual le facultaba para ser más pobre que todos los demás pobres. Así, cierto día viniendo de Sena tropezó con un mendigo y dijo a su compañero: "Hermano, debe– mos devolver el manto a este pobrecillo, porque es suyo. Lo hemos recibido prestado hasta que encontremos a un hombre más pobre que nosotros." El compañero, considerando cuán necesario era al Santo aquel manto, se opuso fuertemente a que lo diera a otro quedán– dose él despojado. Entonces le dijo el Santo: "Yo no quiero ser ladrón; se nos reputaría como un robo si no lo diéramos al que tiene más necesidad que nosotros." Con esto se calló el Fraile y Francisco dió su manto al pobre ( 52 ). A veces no le resultaba esto tan fácil, porque los superiores, a quienes obedecía como un niño, eran más solícitos de él que de otro pobre. Entonces todo era rogar y suplicar hasta que conseguía lo que deseaba. En el tiempo en que moraba en el palacio episcopal de Rieti a causa de su enfermedad de ojos, se encontró un día en casa del médico con una pobre mujer que sufría del mismo mal. Al momento en tono familiar dijo a su prelado: "Hermano Guardián, pauperibus subvenire, postulabat in magnis frigoribus a divitibus huius saeculi mantellum seu pelles praestari sibi. Qui cum devore libentius id facerent, quam ab eis pater beatissimus postularet, dicebat eis: .Tali tenore hoc a vobis recipiam, quod rehabere de caetero nullatenus exspectetis. Cumque aliquis ex pauperibus ei primitus obviaret, exsultans et gaudens ex accepto pauperem induebat." lbíd., I, n. 76. (51) lbíd., II, n. 88. (52) " ... Oportet, frater, ut reddamus mantellum pauperculo, cuius est. Mutuo
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