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280 LOS IDEALES DE SAN FRANCISCO DE ASÍS Estos sublimes ejemplos fueron imitados por casi todas aquellas numerosas Congregaciones, que profesan la Regla de la Tercera Or– den franciscana, y por millones de almas piadosas que en medio del tráfago del mundo observan esa misma Regla. II. De igual modo que el cuidado por los enfermos también la solicitud por los pobres era cosa que Francisco tenía profundamente grabada en el corazón, con la diferencia de que sólo después de su "conversión" se hizo amigo de los leprosos, mientras que ya desde su juventud abrigaba una especial benevolencia para los meneste– rosos de todas clases. Y a cada paso, que daba hacia su vocación evangélica, iba también haciéndose más profundo este amor hasta el día en que él mismo se puso definitivamente al lado de los pobres y desheredados ( 34 ), siendo desde entonces el caballero de la Señora Pobreza y del rey de la pobreza, Cristo. ¿Pero cómo habría podido serlo en verdad, si no hubiera hecho cuestión propia suya la cuestión de los pobres? Si hasta el noble seglar, al recibir el espaldarazo, prometía ser durante toda su vida un defensor de los pobres ( 35 ), ¿qué no haría este caballero espiritual, que en cada pobre lo mismo que en cada enfermo veía al divino Salvador? De ahí que los biógrafos apenas encuentran palabras para ponderar debidamente su predilección por los pobres. "Amaba tiernísimamen– te a los pobres, los compadecía de lo profundo del alma y se sometía a todos humildemente" atestiguan los Tres Compañeros ( 36 ). Y To– más de Celano escribe: "¿Qué lengua podrá expresar cuán compasivo era para con los pobres? En verdad, era en él natural la misericordia y ésta era duplicada por la compasión infundida en él de lo alto. Por eso el corazón de Francisco se deshacía por los pobres, y a los que no podía ayudar, mostraba al menos grande interés. Cualquiera falta, cualquiera privación que notaba en un hombre, lo trasladaba en espíritu y en rápida transposición a Cristo. Así en todos los pobres veía al Hijo de la Pobre Señora, llevando él desnudo en su corazón al que aquélla había tenido desnudo en sus manos. Y aunque Fran– cisco había desterrado de sí toda envidia, no podía sin embargo quitar de sí la envidia de la pobreza, pues si alguna vez veía uno más pobre que él, al punto sentía celos, y compitiendo en pobreza temía ser vencido por él" (37). Sucedió cierto día que yendo el varón de Dios de viaje para pre- (34) Sobre la caridad de Francisco siendo seglar cfr. supra; p. 89 ss. (35) JoH. BAPT. v. WEiss, Weltgeschichte, IV, 3 ed., Graz y Leipzig, 1891, 623. (36) "Pauperes quoque intime diligebat, eis viscerose compatiens, omnibusque se subditum exhibebat." Tres Soc., n. 57. (37) THoM. CEL. II, n. 83.
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