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274 LOS IDEALES DE SAN FRANCISCO DE ASÍS tidos, etc. Ningún posadero debía acogerlos bajo graves penas, no se les dejaba entrar en iglesia alguna ( 3 ). Aun cuando alguno se acer– caba a sus moradas, debían hacer ruido con la carraca, para que se mantuviera a distancia. Las limosnas que quisieran dárseles se depo– sitaban en un platillo que había junto al camino ( 4 ). Condenados a una muerte lenta y considerados ya como muertos, sólo de la Iglesia y de la caridad cristiana recibían consuelo y ayuda. La Iglesia los honraba como a seres consagrados a Dios, los acom– pañaba con patéticas ceremonias a su aislamiento y cuidaba de ellos con tierno amor y abnegación. La caridad cristiana recordaba que el Salvador había distinguido con singular predilección a los leprosos ( 5 ), y que de él mismo estaba escrito: "En verdad, él tomó sobre sí nues– tras enfermedades y cargó con nuestros dolores, y nosotros lo tuvimos por un leproso, por uno a quien Dios ha herido" ( 6 ). Según esto en los leprosos veían al mismo Jesucristo, el cual como ellos había sido rechazado por el mundo y considerado como un desecho, como un varón de dolores. Esta idea profundamente creyente fué motivo de que en poco tiempo se levantaran en todas partes casas para los leprosos, de modo que cada ciudad y aun casi cada aldea t ~p.ía su leprosería aislada. En vida de San Francisco existían en Francia,2.000 de esas casas (7). Poco después el cronista Mateo de París calcula en · 1 '19.000 el número de leproserías existentes en el Occidente ( 8 ). La Orden Militar de San Lázaro y otras sociedades animadas de igual espíritu caballeresco y personas particulares de ambos sexos se dedicaban por amor de Cristo al cuidado de los leprosos. (3) En las leproserías solía haber con frecuencia capillas y sacerdotes espe– ciales para los leprosos. Por lo menos el tercer Concilio de Letrán (1179) ordenó que en las leproserías mayores hubiera cura de almas propia, porque los leprosos no podían acudir a las iglesias públicas. HARDUIN: Acta Conciliorum, t. VI, pars II, n. XXIII. (4) Cfr. LüTOLF, Die leprosen, en: Schweizerischer Geschichtsfreund, XVI, 187-248. (5) "Ipse enim Christus in carne apparens multas curialitates leprosis exhibuit, tangendo eos propria manu et sanando multos et dulciter eos alloquendo, sicut patet ex evangelio." HuMBERTUS DE RoMANis, O. P., De eruditione praedicato– rum, lib. 2, c. 41; ed. Maxima Bibliotheca Veterum Patrum, t. 2S, Lugdini, 1677, 477. (6) lsai., LIII, 4. En los escritores de la Edad Media se encuentran con fre– cuencia alusiones a esta profecía de Isaías; por ej. S. BUENAVENTURA, c. I, n. 6; y HuMBERTO DE RoMANs, ibídem. (7) Según el testamento de Luis VIII (1226): "Donamus et legamus duobus millibus domorum leprosorum decem millia librarum, videlicet cuilibet earum centum solidos." MARTIN-DmsY, Dictionnaire de l'économie cbrétienne, II, 415. (8) MARTIN-DmsY, loe. cit., IV, 126.
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