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LA FRATERNIDAD FRANCISCANA 263 pensaba en sí en último término. Si los bienhechores le traían algunas buenas comidas, las repartía entre los demás enfermos, aunque era él quien más necesidad tenía de alivio. Estando sano comía a veces aun siendo días de ayuno, para que los enfermos no tuvieran reparo en comer a su vez. No se avergonzaba de ir aún en tiempo de cua– resma a pedir en pública calle, con gran asombro de las gentes, carne para sus Frailes enfermos ( 43 ). Descubría en los ojos los deseos de los enfermos y los cumplía sin dar a entender que le costaba sacrificios. Cierto día notó que un enfermo tenía ganas de comer uvas, sin que se atreviera a manifestar su deseo, porque entonces los Frailes eran muy rigurosos consigo mismos tanto en días de salud como en tiempo de enfermedad. Francisco lo llev6 a una viña que había allí cerca y habiéndose sentado con él bajo una cepa cargada de uvas, comenzó a comer él primero para convidar al Fraile a que hici@ra lo propio. Éste, más tarde, siendo ya anciano, solía referir el caso con lágrimas de alegría en los ojos ( 44 ). Si Francisco no podía prestar al enfermo un socorro efectivo y eficaz, le mostraba por lo menos profunda com– pasión, sintiendo los dolores de sus Frailes pacientes tan íntimamente como si fueran propios suyos ( 45 ). No dejó de sancionar para todos los tiempos en las Reglas de su Orden el cuidado de los Frailes enfermos. En los primeros años a causa de la vida ambulante era con frecuencia muy difícil encontrar un asilo para los enfermos y cuidarlos allí por largo tiempo, por lo cual mandó el Santo: "Si algún Fraile cayere enfermo, dondequiera que sea, los otros Frailes no lo abandonen sin haber señalado a uno o varios Frailes; si necesario fuese, los cuales le sirvan como querrían ser servidos ellos. Sólo en caso de urgente necesidad podrán enco– mendarlo a otra persona que tome a su cuenta al enfermo" ( 46 ). Entre– tanto fué cambiando el estado de cosas; y una vez pasados a la vida sedentaria, en todas las residencias el mejor lugar estaba destinado a los enfermos. Así en la Regla definitiva Francisco no tuvo que hacer más que repetir a los Frailes: "Si alguno de ellos cayere en enfermedad, los otros Frailes deben servirlo como querrían ser servidos ellos mis– mos" ( 47 ). Semejantes preceptos dió también a la segunda Orden. (43) Ibídem. (44) Ibíd., n. 176; Spee. perf., c. 28. ( 45 ) "Omnium languentium in se transfo.rmabat affcctus, verba praebens compassionis, ubi subventionis non poterat." THOM, CEL. II, n. 175. ( 46 ) "Si quis fratrum in infirmitatem ceciderit, ubicumque fuerit, alii fra– tres non dimittant cum, nisi constituatur unus de f.rat.ribus vcl plures, si necesse fuerit, qui serviant ei, sicut vcllent sibi serviri: sed in maxima neeessitate pos– sunt ipsum dimittcre alicui pcrsonae, quae debeat suae satisfacere infirmitati." Regula I, c. 10; Opuse., ed. LEMMENs, 39; Bom-IMER, 11. (47) Regula JI, c. 6; Opuse., ed. LEMMENs, 69; BoEHMER, 32.
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