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260 LOS IDEALES DE SAN FRANCISCO DE ASÍS y toda consolación, como la madre a sus hijos o la gallina a sus po– lluelos" ( 27 ). Fray Esteban, el primer Guardián de Salisbury, "fué un hombre de tanta dulzura y alegría, de tan grande caridad y compa– sión, que nunca podía ver a un Fraile triste" ( 28 ). A otro convento de Inglaterra llegaron un día dos Frailes atormentados por la sed. Pero resultó que en casa no había nada de beber más que agua, y la po– breza era tan grande que no había posibilidad de procurarse otra cosa. Por fin el compasivo Superior consiguió que le dieran prestado un jarro de cerveza. El jarro fué pasando por los huéspedes y después también por los Frailes de casa; pero estos últimos no hacían más que acercar la boca al borde del jarro, sin beber de él, para que los Frailes caminantes tuvieran suficiente y por otra parte no se avergonzaran de beber solos ( 29 ). Con igual ternura cuidaba Santa Clara no sólo del bien espiritual sino también del corporal de sus hijas. Con fre– cuencia en tiempo de invierno daba una vuelta por el dormitorio para ver si alguna hermana tenía frío y cubrirla con sus propias manos. Por más que en lo demás era muy rigurosa y solícita de la disciplina co– mún, era muy benigna tratándose de monjas que por su debilidad necesitaban de alguna dispensa. Si notaba que una hermana estaba tentada o atribulada, la hacía venir y la consolaba con lágrimas de compasión. A veces se arrojaba a los pies de las atribuladas y aliviaba su dolor con maternales caricias ( 3 º). Así fué educando a las Damas Pobres en una perfecta unión y armonía, de modo que parecía que todas ellas tenían una sola alma, que todas querían y no querían la misma cosa, por más que a veces vivían juntas cuarenta o cincuenta de ellas ( 31 ). Pero delante de todos iba el mismo Francisco con los ejemplos lumi– nosos de caridad. Sus manifestaciones y preceptos acerca de la prác– tica de la fraternidad, que ya hemos dado a conocer, nos lo demues– tran ya suficientemente, pues todos ellos no son más que el eco de la caridad que él personalmente practicaba. Verdaderamente era para to– dos corno un hermano mayor, que se había hecho para ellos padre y ma– dre en Dios. ¡Con qué cordial afecto acogía a cada uno de ellos, lo ins– truía y cuidaba de él! ( 32 ). ¡Cuán duro se le hacía cuando tenía que (27) loRD. A IANo, n. 55. (28) THoM. DE EccLESTON, coll. VII, p. 44. (29) lbíd-, coll. II, p. 10. (30) THoM. CEL., S. Clarae, c. 5, n. 38, p. 762. (31) "Praecipua namque ante omnia in eis viget virtus mutuae ac continuae caritatis, quae ita ipsarum in unam copular voluntates, ut cum vel quadraginta vel quinquaginta pariter alicubi commorentur, idem velle et idem nol!e unum in eis spiritus faciat de diversis." THOM. CEL. I, n. 19. (32) "Sanctus Franciscus vero de tanti viri adventu et conversione gavism est va!de . . . Beatus igitur Franciscus consolatione et gratia Spiritus Sancti

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