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LA FRATERNIDAD FRANCISCANA 257 taba de ellos, luego que comenzaban a hablar ( 18 ). Oyendo en cierta ocasión cómo un Fraile denigraba a otro, volvióse a su Vicario Pedro Catanii y le dijo aquellas temerosas palabras: "Grandes peligros ame– nazan a la Orden, si no se pone coto a los murmuradores. Pronto se verá manchada la buena fama de muchos, si no se tapa la boca a los que, la manchan. Levántate, levántate, examina con diligencia, y si encuentras ser inocente ese Fraile, a quien se acusa, impón al acu– sador un duro y público castigo. Si no puedes castigarlo tú mismo, ponlo en las manos del púgil florentino (así llamaba a Fray Juan de Florencia, hombre de grande estatura y de grandes fuerzas). Quiero que tú y todos los ministros veléis con sumo cuidado por que no se propague esta enfermedad pestilencia!" ( 19 ). En ocasiones Francisco hacía despojar del hábito al que hubiera quitado el buen nombre a su hermano y lo tenía por indigno de levan– tar los ojos a Dios hasta que hubiera restituído el bien robado. De ahí aquella guerra implacable que los Frailes de aquel tiempo decla– raron a la calumnia y detracción poniendo sumo empeño en evitar escrupulosamente todo aquello que pudiera mancillar la fama del her– mano o que pudiera ser entendido como ün reproche ( 2 º). El santo Fundador los confirmaba en esos propósitos, estigmatizando al calum– niador con estas palabras: "El calumniador dice dentro de sí mismo: Yo no tengo perfección de vida, tampoco tengo bastante facultad para la ciencia o para una gracia especial, por lo cual no encuentro aprecio ni ante Dios ni ante los hombres. Sé lo que hacer: Mancillaré el buen nombre de los elegidos y así me congraciaré con los superiores. Ya sé que mi prelado es un hombre y que a veces hace el mismo oficio que yo, con el fin de que cortados los cedros, no se vean en el bos– que más que espinos y malezas (como yo). Ea, miserable, sáciate de carne humana, y ya que no puedes vivir de otro modo, roe las entra– ñas de tus hermanos. Tales hombres procuran aparecer buenos, mas no serlo, reprendiendo los vicios, pero sin dejar ellos los vicios. Sólo alaban a aquellos por cuya autoridad esperan ser favorecidos, callando las alabanzas que creen no han de llegar al interesado. Por alcanzar (18) "Ideoque rumigerulos pulicesque mordaces, si quando loquerentur, vita– bat avertebatque prout vidimus aures, ne tali polluerentur auditu." Ibídem. (19) " ... Instant religioni discrimina, nisi detractoribus obvietur. Cito mul– torum suavissimus odor foetebit, nisi foetidorum ora claudantur. Surge, surge, discute diligenter, et si accusatum fratrem repereris innocemem, accusantem dura correctione cunctis redde notabilem. Trude, inquit, eum in manas pugilis florentini, si tu ipse punire non poteris (Fratrem autem Ioannem de Florentia, virnm magnum statura viriumque mag·narum, pugilem appellabat). Summa volo, inquit, providentia cures, tu et omnes ministri, ne pest:fer iste morbus latius se diffundat." Ibídem. (20) Ibídem.
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