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252 LOS IDEALES DE SAN FRANCISCO DE ASÍS diesen gran ejemplo de santidad y de buena edificación, escribe y advierte claramente que no está ahí la perfecta alegría." Después de andar un poco más, San Francisco llamó por segunda vez: "¡Oh, Fray León! Aunque los Frailes Menores iluminasen a los ciegos, curasen a los tullidos, arrojasen a los demonios, diesen oído a los sordos, pies a los cojos y habla a los mudos, y lo que es cosa mayor, resucitasen muertos de cuatro días, escribe que no está en esto la perfecta ale– grfo.." Y siguiendo un poco más adelante, San Francisco grit6 muy fuerte: "¡Oh, Fray León! Si los Frailes Menores supieran todas las lenguas, y todas las ciencias, y toda la Escritura, y aunque supiesen profetizar y revelar, no solamente las cosas futuras, sino también los secretos de las conciencias y de las almas, escribe que no está en esto la perfecta alegría." Andando un poco, más San Francisco, volvió a llamar muy fuerte: "¡Oh, Fray León, ovejuela de Dios! Aunque los Frailes Menores hablasen con lengua de Angel y supiesen el curso de las estrellas y virtud de las hierbas, aunque les fuesen revelados todos los tesoros de la tierra, y conociesen las propiedades de los pájaros y de los peces, y de todos los animales, y de los hombres, y de los árbo– les, y de las piedras y de las raíces, y de las aguas, escribe que no está en esto la perfecta alegría." Y siguiendo en el camino un trecho mayor San FraIJ.cisco volvió a decir fuerte: "¡Oh, Fray León! Aun cuando los Frailes Menores supiesen predicar de modo que convirtiesen a todos los infieles a la fe de Cristo, escribe que no, está en esto la per– fecta alegría." Y como continuase este modo de hablar por más de dos millas, Fray León, con grande admiración, preguntó a San Francisco: "Padre, te ruego en nombre de Dios que me digas en qué consiste la perfecta alegría." Y San Francisco le contestó: "Si cuando hayamos llegado a Santa María de los Angeles calados por la lluvia, ateridos por el frío, cubiertos de lodo y aquejados por el hambre, llamamos a la puerta del convento y el portero sale enfadado y nos dice: «¿Quién sois vosotros?» y nosotros decimos: «Somos dos de vuestros Frailes»; y él replica: «No decís verdad, sois dos bribones que andáis engañando al mundo y robando las limosnas de los pobres. Marchaos de aquí» y no nos abre y nos hace pasar la noche a la intemperie con fa nieve y el agua y el frío y el hambre; si entonces tanta injuria y tanta crueldad y tantos vituperios los soportamos pacientemente sin turbación y murmurar pensando humilde y caritativamente que aquel portero verdaderamente nos conoce y que Dios le hace hablar contra nosotros, ¡oh, Fray León! escribe que en esto está la perfecta alegría. Y si nosotros proseguimos llamando y él sale fuera muy indignado, y como a malandrines impor– tunos nos echa fuera con vilipendio y a bofetadas diciendo: «Idos de aquí, infames ladronzuelos, idos al hospital, que aquí no se os dará ni

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