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22 LOS IDEALES DE SAN FRANCISCO DE ASÍS En primer lugar hay que citar la pureza jamás enturbiada de cos– tumbres. Sus más íntimos compañeros atestiguan de él: "Era por natu– raleza y a consecuencia de un firme propósito noble en sus costumbres y en su conversación. A nadie decía una palabra injuriosa o inde– corosa. Y aunque era un joven alegre y de humor jovial tomó por principio no dar jamás respuesta a palabras licenciosas. Por eso era muy apreciado en toda la comarca, y muchos que lo conocían, solían decir que algo grande había de ser de él" ( 6 ). "En parte alguna se encuentran síntomas de que Francisco hubiera pasado esta época de su vida con la conciencia vulnerada" (7). A esto se añade el menosprecio de las riquezas. Como hijo del co– merciante en paños Pedro Bernardone nació Francisco y fué educado en una familia muy bien acomodada. Llegado a la juventud tomó él mismo parte en el negocio de su padre con éxito muy lisonjero. Pero tenía, según advierte Tomás de Celano, una cualidad muy impropia de comerciantes; y era el ser demasiado generoso y pródigo: "Era el primero en los juegos, en las diversiones, en palabras vanas y bufo– nescas, en canciones, en vestidos blandos y rozagantes, porque era muy rico. No era avaro sino pródigo, no amontonador de dinero sino disi– pador de la riqueza, mercader circunspecto pero al mismo tiempo gastador inconsiderado" ( 8 ). A manos llenas gastaba dinero para sí y para sus amigos, de tal modo que sus padres le reprendían con frecuencia diciéndole que derrochaba tanto y con tanta ligereza, como si fuera hijo no de un comerciante sino de un grande príncipe ( 9 ). Poseía finalmente unos sentimientos genuinamente caballerescos, a los cuales hacen continuamente referencia sus biógrafos. Esa misma liberalidad hasta el exceso, de que acabamos de hablar, era en Fran– cisco un rasgo caballeresco. También el papel de jefe, que sus com– pañeros le concedían en sus fiestas juveniles, es un indicio de espíritu caballeresco, siempre ganoso de honras y distinciones. Pero donde más se descubrían esos sentimientos era en el irresistible afán que impulsaba al joven Francisco a emprender acciones militares, que exigían grandes esfuerzos y ponían en juego la sangre y la vida. Así, joven de apenas 20 años tomó ya parte en la feroz lucha entre Asís y Perusa, cayendo en ella prisionero con muchos de sus compañeros de armas. Durante el tiempo de su prisión aventajó en ánimo y bríos caballerescos a todos sus compañeros de infortunio, pues mientras éstos se hallaban abati– dos por su cautividad, que duró un año entero, él no pierde un (6) Tres Socii, n. 3. Cfr. THoM. CEL., II, n. 3. (7) H. T1LEMANN: Studien zur lndividualitiit des Franziskus von Assisi, Leip– zig-Berlín, 1914, p. 201. (8) THoM. CEL., I, n. 2. (9) Tres Socii, n. 2.
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