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234 LOS IDEALES DE SAN FRANCISCO DE ASÍS cisco lo notó y le mandó sin más que comiera cada día doble ración de lo que hasta entonces acostumbraba. De ahí aprendió Fray Alberto a tratar en lo sucesivo con la misma moderación a sus súbditos. Cui– daba como una madre de los Frailes enfermos y débiles, y en cierta ocasión reprendió severamente a un guardián y a su procurador por– que en una gran solemnidad en que los Frailes habían tenido mucho trabajo no prepararon una comida más abundante ( 71 ). Un suceso todavía más delicioso nos cuenta Tomás de Celano. En una residencia de la Orden, Francisco se había retirado con sus Frailes a descansar. De pronto en medio de la noche, mientras todos los otros dormían, exclamó uno: "Me muero, hermanos, me muero de hambre." Levantóse al punto el buen pastor y corrió presuroso a socorrer a la pobre ovejuela. Mandó preparar una mesa y llenarla de manjares rús– ticos, donde el agua suplió la falta de vino, cosa que a menudo suce– día. Francisco empezó a comer el primero y animaba a los otros a que hicieran lo mismo, para que el hambriento Fraile no se avergon– zara de comer. Después que con devoción hubieron terminado el ágape, Francisco les hizo a sus hijos una larga plática acerca de la discreción en los ayunos lo mismo que en las comidas, en el cuidado del cuerpo lo mismo que en la mortificación del mismo. Todo sacri– ficio que se ofrece a Dios, decía, debe ir sazonado con la sal de la prudencia y en el servicio de Dios cada uno debe tener en cuenta la medida de sus propias fuerzas. Decía que es el mismo pecado el negar indiscretamente al cuerpo lo que necesita y el concederle dema– siado, dejándose llevar de la gula" ( 72 ). Quería que los Frailes en todo siguieran a la prudencia como a guía de las virtudes; pero no a esa prudencia que nos aconseja la carne, sino a la que nos ha enseñado Cris– to, cuya santísima vida es un radiante modelo de toda perfección ( 73 ). Esta era la norma suprema del ideal de su Orden y en especial de su ideal de Penitencia: Jesucristo, su vida y su Evangelio. De ahí la asombrosa suavidad de la penitencia franciscana a pesar de todo su rigor. Sabemos ya que los Frailes Menores tomaron sobre sí todos ( 71 ) EccLESTON, De adventzt, coll. XIV, p. 106. ( 72 ) " ••. Sale conditum sacrificium Deo semper reddere iubet, et, ut vires proprias in Dei obsequio unusquisque consideret, monet attente. Peccatum simile asserit, indiscrete corpori subtrahere debitum, sicut imperante gula ei exhibere superfluum." lbíd., n. 22. Cf. Spec. perf., e: 27; La misma exhortación dirigió S. Clara a su hija espiritual Inés de Praga. ( Acta Sanct. Martii, t. I, 507 B): ''A nimio abstinentiae rigore, quem te sectari cognovi, abstinere te vehementer in Domino rogo: ut vivens et sperans in Domino, rationabile obsequium exhi 0 beas, et holocaustum tuum sale prudentia: sit conditum." (73) "Docuit insuper eos discretionem sequi ut aurigam virtutum, non eam, quam caro suadet, sed quam edocuit Christus, cuius sacratissimam vitam expres– sum constar esse perfectionis exemplar." S. BoNAv., Leg., c. 5, n. 7.

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