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230 LOS IDEALES DE SAN FRANCISCO DE ASÍS nes. En esto hemos estado perfectamente de acuerdo él y yo, en servir a Cristo Señor sin repugnancia alguna." Entonces dijo el Fraile: "Pues, ¿dónde está, padre, tu generosidad, dónde tu compasión, dónde tu dis– creción? ¿Es buena correspondencia para con un fiel amigo el recibir favores y después en tiempo de necesidad no corresponder como me– rece al que te los hizo? ¿Qué servicio hubieras podido prestar hasta ahora a Cristo sin la ayuda del cuerpo? ¿Acaso no se ha expuesto a todo peligro con ese fin, según tú mismo lo confiesas?" "Confieso, hijo, que es verdad todo eso", dijo Francisco. El Fraile continuó: "¿Es razo– nable que no ayudes en tan grande necesidad a un amigo tan fiel, que por ti ha expuesto a la muerte a sí mismo y a sus cosas? Lejos de ti, oh padre, tú que eres el báculo y sostén de los afligidos, lejos de ti el cometer tal pecado ante el Señor." Esto hizo impresión en el Santo, el cual miró lleno de compasión a su cuerpo demacrado, deshecho por los dolores y ya medio muerto y le dijo: "Alégrate, hermano cuerpo, y perdóname, que en adelante quiero satisfacer tus deseos y acudir presuroso a tus quejas" ( 54 ). Esta compasión para con su fiel amigo, a quien toda su vida había tratado como a enemigo, era tan verdadera como había sido su anterior inhumanidad. Todavía en el día de su muerte se creyó obligado a confesarle públicamente, que había pecado mucho contra el hermano cuerpo ( 55 ). Francisco educó también a sus discípulos en la mortificación corpo– ral. Advertíales que no debían buscar fuera de sí la causa de sus faltas e imperfecciones, sino que debían atribuirlas a su propia carne, que siempre se resiste al espíritu. Solía decirles: "Hay muchos que cuando pecan, echan la culpa al enemigo o al prójimo; mas no tienen razón; porque cada uno tiene en su poder a su enemigo, es decir, a su cuerpo, por el cual peca. Por eso, dichoso aquel siervo de Dios, que retiene siempre cautivo a ese enemigo puesto bajo su poder y se guarda de él con prudencia; porque mientras él se porta así, ningún otro enemigo visible o invisible podrá dañarle" ( 56 ). Por lo mismo el Santo desde los primeros momentos puso todo su conato en inculcar a los Frailes que fueran vigilantes y refrenaran los sentidos exteriores e interiores ( 57 ). Un solo ejemplo bastará paramos– trarnos toda la severidad del Santo en este punto. Hacia fines de 1209 (54) Ibíd., n. 211. (55) "Die mortis eius instante confessus est, se multum peccasse in fratrem corpus." Tres Soc., n. 14. (50) Verba admon., c. 10; Opuse., ed. LEMMENs, 11; BoEHMER, 45. (57) "Sanctus Franciscus quotidianam, immo continuam sui et suorum inqui– sitionem diligentissime faciebat, et nil in eis residere patiens lubricum, ad ipso– rum cordibus omnem negligentiam abigebat . . . Docebat eos non solum mortifi– care vitia et carnis incentiva reprimere, verum etiam et ipsos exteriores sensus, per quos mors intrat ad animam." THoM. CEL. I, n. 42 s.
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