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CASTIDAD Y PENITENCIA DE SAN J1RANCISCO 225 brevedad y que trajera consigo ciertos objetos para su última hora y para su entierro. En el momento en que el correo se disponía a partir para Roma, oyóse delante del convento piafar de caballos y voces de hombres, y cuando el portero abrió la puerta, se encontró delante con Jacoba y sus hijos y numeroso séquito. Al enterarse de ello exclamó Francisco fuera de sí de alegría: "Alabado sea Dios que nos ha enviado aquí a la señora Jacoba, nuestro hermano. Abrid las puertas y hacedla entrar, porque la prohibición de entrar mujeres en el convento no alcanza a Fray Jacoba." El nuevo encuentro de los dos amigos fué muy tierno. Precisamente Jacoba había traído consigo todos aquellos obje– tos que Francisco le pedía en su carta: cirios mortuorios, un paño de color de cenizn pnra nmortnjnr su cuerpo, unn sabanilla para su rostro, una almohada para el ataúd. Y en su solícito amor tampoco se olvidó de traer cierto manjar que había solido presentar al Santo en Roma. Francisco se sintió tan confortado por esta visita que pareció adquirir nueva vida. Pero anunció a su bienhechora con toda precisión el día de su muerte y le pidió que le hiciera un último favor, permaneciendo allí hasta después de su entierro ( 29 ). ¡Oh, qué acabado modelo de las reglas, que debe observar un Fraile Menor en sus relaciones con el otro sexo! ¡Qué ejemplo en aquel modesto recato y caballeresco respeto que muestra a toda mujer! ¡Y qué ejemplo también en aquel solícito cuidado por la salvación de las almas a él encomendadas y en aquel agradecimiento por los favores recibidos! Pero sobre todo, ¡qué ejemplo en aquella severidad y rigor, con que Francisco manda a sus Frailes huir de toda relación menos santa o escandalosa y afianzar firmemente su inocencia en Dios! II. Con la fuga del peligro unió Francisco la práctica de la peni– tencia. Penitencia, ejercicio de penitencia, vida de penitencia llama el Nuevo Testamento a toda la vida cristiana en general ( 30 ). Y como Francisco se había propuesto volver todo el mundo a la vida cristiana conforme al Evangelio, la predicación y el movimiento franciscano se llamó sin más predicación de penitencia y movimiento de peniter.cia ( 31 ). Los mismos Frailes Menores, que se presentaban como los iniciadores de este movimiento, se llamaron en un principio "Frailes de penitencia (29) Ibíd., n. 37-39. ( 3·0) Cfr., especialmente MARc., VI, 12; Luc., V, 32; Act. Ap., XXVI, 20. ( 31 ) Entre los muchos textos que podrían citarse, es particularmente signifi- cativo el siguiente: "Franciscus hortabatur omnes, ut amarent et timerent Deum atque paenitentiam agerent de peccatis. . . Qui vero eos audiebant dicebant: Qui sunt isti, et quae dicunt? Erat enim tune amor et timor Dei quasi ubique exstinctus et via paenitentiae penitus nesciebatur, imo stultitia reputabatur. Nam in tam p.raevaluerat carnis illecebra, mundi cupiditas, superbia vitae, quod totus mundus in his tribus malignitatibus positus videbatur." Tres Soc., n. 33 s.
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