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CASTIDAD Y PENITENCIA DE SAN FRANCISCO 223 Guiado por estos sentimientos tan castos como prudentes, escribió Francisco el capítulo XII de la Regla primera de la Orden: "Todos los Frailes, dondequiera que estén o que vayan, guárdense de malas mira– das y de trato frecuente con mujeres y ninguno platique a solas con ellas. Los sacerdotes cuando les imponen la penitencia o les dan algún consejo espiritual, háblenles honestamente. Y ninguna mujer sea reci– bida en obediencia por Fraile alguno, sino que habiendo recibido el consejo espiritual, debe hacer su vida de penitencia, donde mejor le pareciere. Y tengamos sumo cuidado y conservemos puros todos nues– tros miembros, porque dice el Señor ( 17 ): "Cualquiera que mirare a una mujer, para desearla, ha pecado ya con ella en su corazón" (1 8 ). En la Regla definitiva el Santo Fundador, asistido sin duda por el Car– denal Protector de la Orden Hugolino, hombre muy versado en el derecho canónico, se expresó con más precisión: "Mando firmemente a todos los Frailes que no tengan sospechosas compañías o consejos de mujeres. Y que no entren en monasterios de monjas excepto aquellos a los cuales de la Sede Apostólica es concedida licencia especial. Y no se hagan compadres de hombres o de mujeres, a fin de que por esta ocasión entre los Frailes o de los Frailes no nazca escándalo" ( 19 ). Francisco mandaba a sus Frailes que se portaran con mucho recato aun con las "Damas pobres de San Damián"; más aún, en su trato con las Clarisas debían andar con tanta mayor precaución, cuanto que ellas, por pertenecer a la misma Orden, estaban más próximas a los Frailes Menores. El Santo encargaba la dirección de las mismas única– mente a Frailes, que estaban bien probados por una larga vida de virtud y que sólo contra su voluntad se dejaban elegir para ese car– go ( 20 ). Castigaba sin compasión las visitas hechas sin necesidad a las monjas ( 21 ) y él mismo no se presentaba en el convento sino rara vez y por motivos importantes ( 22 ). Estas severas medidas nada tenían que ver con el odio a las mujeres u otras exageraciones semejantes, sino que eran dictadas únicamente por la solicitud de guardar la inocencia propia y la ajena, como nos lo demuestran las amistades tan tiernas como santas de Francisco con Clara de Asís y Jacoba de Settesoli. sibi cedat in fine. Hoc est enim opus suum, nec est ad alía die noctuque solli– citus." lbíd,; n. 113. (17) MAT., V, 28. (18) Regula 1, c. 12; Opuse. 1 ed. LEMMENs, 41; BoEHMER, 13. (19) Regula II, c. 11; Opuse., ed. LEMMENs, 73; BoEHMER, 35. ( 2 0) "Nolo quod aliquis ad visitandum eas spontaneum se offerat; sed invitos et plurimum renitentes iubeo ipsarum servitiis deputari, spiriti::.ales dumtaxat vi– ras, digna et longaeva conversatione probatos." THOM. CEL. II, n. 205. (21) lbíd., n. 206. (22) Ibíd., n. 205-207.

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