BCCCAP00000000000000000000714

222 LOS IDEALES DE SAN FRANCISCO DE ASÍS tuvo que sentarse al borde del camino, fatigado y rendido por los largos ayunos. El compañero envió recado a una piadosa señora, pi– diéndole humildemente pan y vino para el Santo. Acudió la mujer al punto, con una hija suya, doncella consagrada a Dios, llevando lo necesario. Apenas Francisco se repuso y fortaleció un tanto, confortó a su vez a madre e hija con la palabra divina, sin mirar a ninguna de ellas mientras les estuvo predicando. Cuando aquéllas se marcharon, le dijo su compañero: "Hermano, ¿por qué no has mirado a esa santa doncella, que con tanta devoci6n ha venido a ti?" A lo que res– pondió Francisco: "¿Quién no ha de temer mirar a la esposa de Cristo? Y si hay que predicar con los ojos y con el rostro, ella debía mirarme a mí, no yo a ella" ( 15 ). Este casto retraimiento enfrente del sexo femenino estaba según eso fundado también en su espíritu caballeresco. Como verdadero ca– ballero de Cristo estaba animado de un profundo respeto para el sexo femenino y en especial para las personas consagradas a Dios. Reco– mendó a sus discípulos esa caballerosidad, sirviéndose de la siguiente parábola: Un rey muy poderoso envió a la reina sucesivamente dos mensajeros. Volvió el primero contentándose con referir con sencillas palabras la respuesta de la reina; y es que tuvo los ojos recogidos sin dejarlos andar vagueando. Volvió también el segundo y después de referir en breves palabras el asunto, se extendió largamente en hacer elogios de la hermosura de aquella señora: "En verdad, Señor, que he visto una mujer hermosísima. Dichoso el que la posee." Mas el rey le dijo: "Siervo malo, ¿con que has puesto en mi esposa tus ojos desvergonzados? Sin duda que pensabas comprarte aquel tesoro, cuan– do tan atentamente lo has examinado." Después mandó llamar al pri– mer mensajero y le preguntó: "¿Qué te parece de la reina?" -"Muy bien, porque ha escuchado en silencio y ha respondido con sagacidad." -"¿Y no es muy hermosa?" -"A vos, señor, toca examinar eso, yo no tenía que hacer más que traer la respuesta." Entonces dió el rey su sentencia: "Tú que eres casto en los ojos y más casto en el corazón, sé mi camarero; mas este otro que se marche de casa, no sea que llegue a deshonrar el tálamo conyugal." Y añadió Francisco esta advertencia: "Cuando uno está con demasiada seguridad, se precave menos del ene– migo. El demonio, si consigue del hombre un cabello, pronto lo hace crecer como una viga. Si por muchos años no pudo derribar al que tienta, no se queja por eso de la tardanza, con tal que al fin lo haga caer. Ese es su oficio, en el cual trabaja con empeño día y noche" ( 16 ). (15) Ibíd., n. 114. (16) " ... Ex nimia securitate minus cavetur hostis. Diabolus si de suo ca– pillum potest habere in homine, cito illum excrescere facit in trabem. Nec si per multas anuos deicere non potuit, quem tentavit, moram causatur, dummodo

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz