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OBEDIENCIA Y SIMPLICIDAD DE SAN FRANCISCO 21:3 haya en estas palabras lo sentirá cualquiera que haya estudiado la vida de San Francisco. Éste no sólo evitaba toda simulación, sino que ade– más hubiera sido sencilla::nente incapaz de todo fingimiento. Y ésta es la razón de que esa personalidad tan profunda, tan rica y tan extraor– dinaria se nos haga tan fácilmente comprensible, tan accesible, tan na– tural; es que se nos presenta tal como era, natural, pura, sin doblez, sencilla como un niño. Si alguna vez creía que lo que él hacía en oculto no estaba en con– sonancia con la buena opinión que de él se tenía a causa de sus ac– ciones exteriores, llamaba sobre ello la atención de las gentes. En una ocasión, estando enfermo en el eremitorio de Poggio durante la cua– resma de adviento, tuvo necesidad de tomar alimentos más sustanciosos. Después hacia Navidad comenzó su sermón delante de gran concurso de gente con las siguientes palabras: "Vosotros me tenéis por un hom– bre santo y por eso habéis acudido aquí devotamente. Pues bien yo os confieso que en toda esta cuaresma he comido manjares condimen– tados con grasa" ( 53 ). En otra ocasión, estando convaleciente de una enfermedad, comió un trozo de gallina. Tm pronto como pudo salir de casa, se dirigió a la ciudad de Asís, para predicar en pública plaza. Cuando llegó a la puerta de la ciudad, mandó al Fraile que le acompañaba, que le atara una soga al cuello y así lo arrastrara por todas las calles de la ciudad como a un ladrón, gritando con voz de pregonero: "Ved aquí a este glotón, que se ha cebado con carne de gallina, que ha comido sin saberlo vosotros" ( 54 ). Una vez en tiempo de invierno su Guardián le procuró una piel de zorro y se la presentó diciendo: "Padre, tú estás enfermo del hígado y del estómago; te ruego por amor de Dios que permitas coser esta piel debajo de tu hábito, por lo menos en el lugar del estómago." Res– pondióle Francisco: "S:. quieres que yo permita esta piel debajo del hábito, haz que me cosan al exterior un pedazo de la misma medida, para que indique a las gentes que dentro hay escondida una piel." De nada sirvieron lns instancias del Guardián, el cual por fin tuvo que coser un remiendo por dentro y otro por fuera, para que Francisco se mostrase al exterior lo mismo que era en el interior ( 55 ). Con razón advierte aquí el biógrafo: "¡Oh tú que fuiste el mismo en obras y dine cordis su.i in se <lignum Deo habitaculum praeparabat, et ideo aures eius non rapiebat clamor exterior, nec vox aliqua excutere poterat sen interrumpcre ingens negotium, quod hal::ebat in manibus ... Dabat semper sanctae simplicitati operam." lbíd., I, n. 4·3. (5B) lbíd., II, 131. (54) Ibíd, I, n. 52 s.; cfr. Spec. perf., c. 61. (55) lbíd., II, n. 130.
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