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212 LOS IDEALES DE SAN FRANCISCO DE ASÍS francos, sin doblez, sinceros, ingenuos, naturales, sin artificios, sin afectación, verdaderos y veraces, en una palabra, sencillos, simples. Esta simplicidad adornó a todos los santos y ella caracteriza a todo verdadero cristiano, de tal modo que si a uno de estos pudiera ach::i– cársele doblez o fingimiento, todas las virtudes no podrían compensar esa sola falta. La simplicidad fué en especial el riquísimo presente de la cristiana civilización y mística de la Edad Media, habiendo brotado su más bella flor en San Francisco de Asís. Tomás de Celano asegura: "El Santo ejercitaba con particular cui– dado y la amaba en los otros la santa simplicidad, hija de la gracia, hermana de la sabiduría, madre de la justicia. No aprobaba, sin em– bargo, cualquiera simplicidad, sino solamente aquella que contenta con su Dios menosprecia las demás cosas" (5º). ¡ Qué idea tan profunda de la sencillez! La doblez y el engaño tienen por objeto el que uno apa– rezca ante el mundo distinto, mejor de lo que es delante de Dios, mientras que la simplicidad, sin cuidarse de los juicios de las criaturas, se presenta tal como es en el juicio del Juez justísimo, que lo sabe todo. Francisco estaba animado de esta simplicidad, esforzándose en no aparecer jamás ante los hombres mejor de lo que él era ante los ojos de Dios, en sus pensamientos y obras. Cierto día cuando pasaba por junto a una casa de labranza, monta– do sobre un jumentillo por estar débil y enfermo, llegósele presuroso el aldeano y le preguntó si era él Fray Francisco. Habiendo este res– pondido humildemente que sí, le dijo el labrador estas palabras de aliento: "Procura ser tan bueno, como te juzgan todos, pues muchos confían en ti. Por eso te amonesto que siempre te portes, como de ti se espera." Apenas hubo oído esto el varón de Dios, desmontó del asno y echándose en tierra delante del aldeano le besó los pies, dán– dole gracias porque se había dignado amonestarle ( 51 ). ,En realidad esa amonestación del aldeano estaba en perfecta armonía con el incesante cuidado de Francisco por no aparecer mejor de lo que era ante Dios. Tomás de Celano cuenta cómo Francisco en todo tiempo únicamente se ocupaba de hacerse y ser perfecto delante de Dios, sin hacer caso alguno del mundo. Y añade el biógrafo: "Ponía siempre empeño en obrar con santa simplicidad" ( 52 ). Cuánta verdad (50) "Sanctam simplicitatern gratiae filiam, sapientiae germanam, matrem iustitiae, quodam attentiori studio praetendebat sanctus in se, ac diligebat in aliis. Non autem omnis ab eo probabatur simplicitas, sed ea solum, quae Deo suo contenta, caetera vilipendit.'' THoM. CEL. 11, n. 189. (51) THoM. CEL. II, n. 142. (52) "Erar enirn gloriosus sanctus secum habitans, et deambulans in latitu-

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