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OBEDIENCIA Y SIMPLICIDAD DE SAN FRANCISCO 203 tante ánimo. Pero lo que más le afligía era el no poder cumplir el precepto del Superior que le mandaba decidirse él mismo. Por fin rogó humildemente a Fray Elías que le mandara sencillamente si se había de presentar o no para ir a Alemania y por consiguiente al mar– tirio. A una indicación afirmativa del Superior se juntó lleno de alegre humor a la valiente tropa de misioneros ( 12 ). El año siguiente los Frailes, que había establecidos en Salzburgo, re– cibieron una carta de Fray Cesáreo de Espira, primer Provincial de Alemania, comunicándoles que les dejaba libertad para decidir según les pareciera bien en un asunto importante. Los Frailes quedaron cons– ternados, pues no tenían ninguna libertad en frente de su Superior y no conocían parecer propio, estando, como estaban, unidos con el Su– perior por una perfecta obediencia. Sólo cuando el Provincial hubo expuesto claramente su parecer, quedaron satisfechos los discípulos de la obediencia ( 13 ). Algo más tarde marchó a Alemania Fray Nicolás, "el humilde", que había sido jurista, y en Gotha se encontró con Jordán de Jano, que iba a ser en adelante su Superior, y a quien él no conocía. Los dos se saludaron cordialmente y se entretenían en gran fraternidad. De pron– to Pedro de Eisenach, que era el tercer compañero de viaje, preguntó con malicia: "Pero, Fray Nicolás, ¿tú no reconoces a nuestro rey y señor?" Al momento Fray Nicolás juntó las manos y respondió hu– mildemente: "Sí, con gusto reconozco y sirvo a mi señor." - "Pues bien, aquí tienes a nuestro custodio." Entonces cayó Nicolás de ro– dillas delante de su Superior, pidiéndole perdón de haberle recibido con tan poca reverencia y desde entonces fué tan obediente, que Fray Jordán casi se sonrojaba de mandar a un hombre que era tan sabio como sumiso ( 14 ). En 1224 se establecieron los Frailes en Inglaterra. El Ministro Pro– vincial de Francia, que era el encargado de la misión, se dirigió entre otros a un joven clérigo preguntándole si quería ir a Inglaterra. Mas éste, que se llamaba Guillermo de Esseby, respondió al punto que él no sabía si quería ir o no. Y como el Ministro se admirara de tan extrafü1 respuesta, Guillermo se explicó diciendo que efectivamente él no sabía si quería ir, porque su voluntad no era la suya sino la de su ministro. Más tarde habiéndole permitido su Superior que eligiera a su gusto el lugar donde quisiera morar, respondió Guillermo que el lugar que más Ie agradaría sería aquel que le fuera señalado por el Superior ( 15 ). De igual manera se conducía Fray Gil, uno de los "caballeros de la (12) foRD. A lANO, n. 18. (13) lbíd., n. 27. ( 14 ) lbíd., n. 47. ( 15 ) EccrnsroN, De adventu FF. Min. in Angliam, coll. I, p. 6.
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