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202 LOS IDEALES DE SAN FRANCISCO DE ASÍS nistro General de esta Hermandad y a aquel Guardián que le pluguiere darme y así quiero ponerme en sus manos que no pueda ir ni hacer contra su obediencia y voluntad porque es mi señor" ( 8 ). Su mayor consuelo en la hora de la muerte fué el poder hacer todavía un último acto de obediencia para con su Guardián ( 9 ). El mismo espíritu de obediencia animaba a toda la primitiva familia franciscana. De Francisco y de sus primeros Frailes atestiguan los Tres Compañeros: "Todos estaban siempre dispuestos a obedecer, cum– pliendo al momento la voluntad del Superior. No distinguían entre preceptos justos e injustos, porque pensaban que todo lo que se man– daba era conforme con la voluntad de Dios, por lo cual les era cosa fácil y suave cumplir los preceptos" (1°). Igualmente Tomás de Ce– lano escribe: "Estos obedientísimos soldados no osaban anteponer nada a los preceptos de la santa obediencia. Antes de terminar las palabras con que se les mandaba, ya estaban cumpliendo lo mandado; y no sa– biendo distinguir entre precepto y precepto se precipitaban casi a cumplir lo ordenado, sin oponer reparo alguno. . . Como discípulos de su piadoso maestro procuraban los Frailes cumplir con diligencia no sólo aquello que el bienaventurado Padre Francisco les decía con consejo fraternal o con mandato de padre, sino también aquello que él pensaba o meditaba, si podían descubrirlo por algún indicio exterior. Pues el mismo bienaventurado Padre les decía que la verdadera obe– diencia cumple no sólo la palabra sino también el pensamiento, no sólo el mandato sino también el deseo del Superior. Esto es, si un Fraile antes de oír la voz de su prelado, conoce su voluntad, debe al mo– mento someterse a la obediencia y hacer lo que aquél quiere" ( 11 ). Los primeros Cronistas nos han conservado (sin andarlas buscando) muchas interesantes instantáneas de esta obediencia consumada. Cuan– do en 1221 el Vicario de la Orden Fray Elías andaba por mandato de San Francisco reclutando Frailes para la misión alemana, se hallaba en el capítulo entre otros muchos Jordán de Giano. Elías dejó a su elec– ción el ir a Alemania o quedarse en Italia. Jordán se turbó completa– mente por esta libertad de elección. Por una parte le parecía que el Superior se inclinaba a enviarlo, por otra temía por la salvación de su alma, pues creía que los alemanes luego les habían de hacer sufrir el martirio a él y a sus compañeros, para lo cual no se sentía con has- (ª) Testament., Opuse., ed. LEMMENs, 80; BoEHMER, 38. (9) "Guardianus eius, qui votum sancti divina verius inspiratione cogno– vit ... , dixit ad patrem: Tunicam istam et femoralia cum cappellula, obedientiae sanctae mandato, a me tibi accommodatam cognoveris. . . Gaudet sanctus et iubilat prae laetitia cordis ... " THoM. CEL., II, n. 215. (10) Tres Socii, n. 42. (11) THoM. CEL. I, n. 39, 45.

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