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180 LOS IDEALES DE SAN FRANCISOO DE ASÍS nada faltará al que pertenece a Dios, con tal que él no falte a Dios y no le sea infiel. . . Por eso no es una peligrosa temeridad, sino un seguro recurso el abandonarlo todo para dedicarse completamente al servicio de Dios" ( 164 ). Desde entonces han pasado siete siglos de historia franciscana, y cien– tos de miles de franciscanos han vivido de la mesa del Señor, y todos atestiguan que la confianza y fe en la Providencia nunca han sido defraudadas. Todos atestiguan que "el ojo paternal de Dios nunca des– cuida a los suyos, sino que los sustenta con tanto mayor cuidado cuanto son más pobres y necesitados. El pobre se alimenta de una mesa más- abundante que el príncipe, cuanto Dios es más generoso que el hombre" (1 65 ). Y es que aunque los pobres de Cristo se conforman con un frugal alimento y pobre vestido, se sienten con ello infinitamente más dicho– sos y contentos que el epulón vestido de púrpura delante del más opíparo banquete. Continuamente se está repitiendo el episodio de San Francisco y Fray Masseo referido en los Fioretti. La pobreza francis– cana sigue siendo, conforme al dicho de su poeta, riquísima con sólo el indispensable mantenimiento de la vida, porque todo lo que ha menester lo recibe de Dios mismo: "Son colei che tu dimande Con le povere vivande. Ogni cosa mi par grande Che per Dio mi sía donato" (1 66 ). Éste es precisamente el fruto de la pobreza franciscana. Son corre– lativas estas dos ideas: renunciar a todas las cosas por amor de Dios, y ser provisto por Dios de todas las cosas necesarias; despreciar la más mínima posesión que pueda atar a la tierra el corazón del hombre, y comer a la mesa de Dios, vivir de la Providencia de Dios; no aguar– dar nada del mundo y esperarlo todo de Dios. Esto es lo que produjo aquella alegría franciscana, el siempre sonriente franciscanismo, la eternamente alegre familia del Poverello de Asís ( 167 ). (164) De perfectione evangelica, q. 2, a. 1; Opera, V, 133 s. (165) "Sic paternus ille oculus nequaquam despicit suos, quin potius maiori defectu mendicos maior providentia nutrir. Largiori mensa pauper pascitur quam tyrannus, quanto Deus homine profusior largitate." THOM. CEL. 11, n. 44. (166) JACOPONE, Le poesie spirituali, lib. 3, oda 24, 16. (167) Cfr. IMLE, Ein beiliger Lebenskünstler, Paderborn, 1914, 163 s.

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