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EL MANTENIMIENTO DE LA VIDA EN LA ORDEN FRANCISCANA 179 legumbres. Pero la mesa del Señor vino a enriquecer la mesa del pobre; llamaron a la puerta y se presentó una mujer, la cual entregó una cesta de hermoso pan, de peces, y de empanadas rellenas de can– grejos, y todo ello bien cubierto de miel y de uvas. Grande fué al ver esto la alegría de los Frailes, y el médico por su parte alabó con ellos a porfía la santidad de Francisco y la Providencia divina ( 161 ). Cuando el Santo, ya cercano a la muerte, moraba e!l Nocera, el pueblo de Asís le envió una noble embajada para traerlo a su ciudad, con el fin de evitar que el rico tesoro de su precioso cuerpo quedara en manos de otros. Y como los caballeros lo trasladaran reverentemente a caballo, llegaron hambrientos a un lugar muy pobre, llamado Sa– triano, donde no encontraron nada que comprar para comer; por lo cual se volvieron al Santo y le dijeron: "Es preciso que nos des de tus limosnas, porque aquí no encontramos nada que comprar." Respon– dióles el Santo: "No encontráis nada porque confiáis más en vuestras moscas que en Dios. (Moscas llamaba a las monedas.) Pero volved de nuevo por las casas y ofreciendo el amor de Dios en yez de dinero pedid humildemente limosna. No os avergoncéis, porque después del pecado todas las cosas nos han sido dadas de limosna y aquel gran Limosnero las reparte benignamente a los dignos e indignos." Con esto dejaron la vergüenza aquellos caballeros y pidiendo ~imosna pron– tamente compraron más cosas por amor de Dios que antes por dinero, pues todos a porfía les daban alegremente, y .como advierte el bió– grafo, "el hambre no se dejó sentir donde la opulenta pobreza estaba enseñoreada" ( 102 ). De esta maravillosa Providencia de Dios para con Francisco, sus Frailes y sus bienhechores, toma San Buenaventura ocasión para la siguiente amonestación: "¡Lejos pues de los pobres de Cristo toda desconfianza! Si la pobreza de Francisco fué tan abundante que soco– rría tan maravillosamente las necesidades de los que le favorecían, de modo que no faltaban ni comida ni bebida ni albergue, donde ni el dinero ni el arte ni la naturaleza podían dar nada, mucho más nos merecerá a nosotros aquellas cosas que según el orden usual de fa divina Providencia se conceden a todos. Si una dura roca por la ora– ción de Francisco dió bebida abundante al pobre sediento, Dios en modo alguno negará su ayuda a los que por amor al Creador de todas las cosas abandonaron todas las cosas" ( 163 ). Y en otra. parte añade el Seráfico Doctor: "Nunca y en ninguna parte se lee que uno que se ha esmerado en servir a Dios en pobreza, haya muerto de hambre por falta de alimento. Pues siendo todo lo terreno propiedad de Dios, (161) THOM, CEL. Tract. de mirac., n. 36. (162) TI-IOM. CEL. II, n. 77. (163) S. BoNAV., c. 7, n. 13.

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