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EL MANTENIMIENTO DE LA VIDA EN LA ORDEN FRANCISCANA 177 A los que vienen a ellos no ks dan más que: la túnica y la cuerda y dejan todo lo demás a la Providencia de lo alto. Y de hecho el Señor tan manifiestamente da a sus siervos el ciento por uno ya en este mundo y a cada paso, dondequiera que vayan, y tan continuamente tiene fijos en ellos sus ojos, que vemos cumplidas en ellos a la letra aquellas palabras ele la Escritura: Dios ama al extranjero y le da ali– mento y vestido ( 152 ). Por muy dichosos se tienen aquellos cuya hos– pitalidad y limosna aceptan los siervos de Dios" ( 153 ). Los Tres Com– pañeros confirman lo mismo por propia experiencia: "El Señor siempre proporcionaba albergue a los Frailes, y hacía que se les diera todo lo necesario" ( 15 ' 1 ). Y Tomás de Celano teniendo en cuenta la vida entera del Santo Fundador puede asegurar: "No sólo la creación servía a este hombre a cualquiera indicación, sino que también la Prcvidencia del Creador estaba en todas partes a su libre disposición. Pues aquella bondad paternal se adelantaba a sus deseos y los llenaba, antes de que hubieran sido manifestados. Siempre iban juntas la falta de las cosas y su provisión, el deseo y la realización" (1 55 ). Si la providencia ordinaria no bastaba, Dios acudía a un medio extra– ordinario y aun milagroso para proveer la mesa de San Francisco y de sus hijos. Volviendo el Santo de Roma con sus once discípulos, llegaron un día cansados y hambrientos a una comarca desierta, donde no era posible encontrar alimento. De pronto apareció ante ellos un hombre, les dió un pan y desapareció. Los "pobres de Dios" vieron en este milagroso alimento la mano del Señor, que confirmaba y premiaba su confianza en la Providencia, y se animaron mutuamente a esperarlo todo de la misericordia de Dios ( 156 ). Algunos años más tarde ( 1212-1213) embarcóse Francisco con direc– ción a Siria, pero fué arrojado a las costas de Eslavonia, y después de una larga y peligrosa travesía volvió a desembarcar en }meona. Los marineros habían rehusado admitir en la nave a un hombre tan falto de recursos; pero Dios ele una manera providencial no sólo propor– cionó el necesario sustento al Santo, sino que además por medio de éste dió alimento a toda la tripulación durante la tempestuosa nave– gación. Así resultó que aquellos que no habían querido recibir con– sigo al pobre, fuernn salvados por él y alabaron con él la Providencia de Aquel que nunca abandona a sus pobres ( 157 ). ( 102 ) Deut., X, 18. ( 153 ) Historia orientalis, lib. 2, c. 32, en BoEI-IME,R, Analekten, lüt.!. (154) Tres Socii, n. 46. (155) THoM. CEL. Trnct. de mirac., n. 33. (156) THoM. Cu,. I, n. 34. (157) THoM. CEL. Tract. de mirac., n. 33.
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