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EL MANTENIMIENTO DE LA VIDA EN LA ORDEN FRANCISCANA 167 echaban en cara que habían abandonado sus propias posesiones sólo para devorar las ajenas. Hasta sus parientes más cercanos los perse– guían. Los ciudadanos pedantescos los tenían por infelices insensatos y aun por locos. Y es que entonces era una cosa jamás oída, el que uno por amor de Dios renunciase toda su hacienda, para ir de puerta en puerta pidiendo limosna ( 114 ). Lo propio les ocurría de ordinario a los Frailes cuando por primera vez se presentaban en algún lugar. Cuando por ejemplo yendo camino de Alemania comenzaron en las cercanías de Salzburgo a pedir limosna de dos en dos, para aplacar su extremada hambre, en todas partes eran despedidos con estas palabras: "Gott berat" (Dios os ayude). Por fin uno de los Frailes not6 humorísticamente: "Este Gott berat nos va a matar aún hoy de hambre." Y como en la próxima casa les salían otra vez con el mismo "Dios os ayude", el astuto Fraile simulando no entender bien el alemán, se sentó en un banco y se dispuso alegre– mente como para comer. Entonces el aldeano y su mujer se miraron riendo uno al otro y dieron al importuno mendigo pan, huevos y leche. Como el Fraile viera que con aquella inocente simulación podía sacar de apuros a sí y a sus hermanos, repitió su treta en las doce casas vecinas, hasta que logró reunir suficiente provisión de boca para los siete que formaban la compañía de viaje ( 115 ). Seguramente que el mismo Francisco habría sentido una grande ale– gría cuando llegó a sus oídos este rasgo humorístico. Esta era precisa– mente aquella disposición de ánimo que el Santo deseaba en sus dis– cípulos, cuando pedían limosna. Él mismo nunca estaba de humor más alegre que cuando veía a los suyos partir gozosos a pedir limosna y volver alegres de allí. Cierto día -era en los principios de la Orden- varios Frailes vol– vieron de pedir limosna por las cercanías de Asís. Cada uno llevó delante de Francisco su pobre cosecha, dichosos con que éste les expresara su satisfacción. Después se daban broma mutuamente, di– ciendo el uno al otro: "Yo he cogido más limosna que tú." Mas Fran– cisco saltaba de júbilo al ver que la santa alegría reinaba entre ellos; y desde aquel día todos pedían con gusto el permiso para ir a pedir ( 116 ). En otra ocasión, estando Francisco precisamente en Santa María de Porciúncula, vió que un Fraile bajaba por el camino de Asís, cargado (114) "Quando autem eleemosynam per civitatem petebant, vix aliquis dabat eis, sed improperabant illis dicentes, quod res suas dimiserunt, ut comederent alienas, et ideo maxímam penuriam sustínebant. Eorum quoque parentes et consanguineí persequebantur illos. Aliique de civitate deridebant ipsos tamquam insensatos et stultos; quia tempore illo nulks relinquebat sua, ut peteret eleemo– synas ostiatim." Tres Socii, n. 35. (115) loRo. A lANo, n. 27. (116) Spec. verf., c. 18.
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