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164 LOS IDEALES DE SAN FRANCISCO DE ASÍS semejante bocado. Con esto su corazón se regocijaba en el Señor de tal manera, que hasta su cuerpo, si bien estaba débil y rendido, se sintió fortalecido para sufrir por amor del Señor toda pesadumbre y amargura. Alabó, pues, a Dios, que le había convertido la amargura en dulzura y le había fortalecido tanto. Después dijo al sacerdote de San Damián que en adelante no le preparara ni le hiciera preparar comida alguna (1º1). Cuando su padre Pedro Bernardone lo vió en tan extrema pobreza, se avergonzó de su hijo y lo maldijo. Mas Francisco no hizo caso de sus maldiciones, sino que se eligió por padre a un pobre y despreciado hombre y le dijo: "Ven conmigo y repartiré contigo las limosnas, que me dieren. Y siempre que oigas que mi padre me maldice, haz tú sobre mí la señal de la cruz y bendíceme en vez de él" ( 1 º 2 ). Cierto día al ir pidiendo por la ciudad llegó delante de una casa, donde había reunido un grupo de jugadores, algunos de ellos sin duda antiguos compañeros suyos. Avergonzóse de presentarse ante ellos como mendigo, y dirigió sus pasos adelante. Pero apenas había pasado, cuando se arrepintió de su cobardía, volvió presuroso al lugar del juego y delante de todos los presentes confesó que se había aver– gonzado de mendigar ante ellos. Después con muchas instancias co– menzó a pedir limosna en lengua francesa ( 1 º 3 ). Aun cuando Francisco era convidado por grandes señores a mesas bien preparadas, sabía arreglarse de modo que no ofendiera en lo más mínimo a la Señora Pobreza, pues iba antes por las casas vecinas recogiendo pedazos de pan y después venía a la mesa, enriquecido con esa pobreza ( 104 ). Así le sucedió estando en casa del Cardenal Hugolino; que después fué el Papa Gregorio IX. Al acercarse la hora de la comida, se salió el Santo de casa, fué a pedir limosna y a su vuelta colocó sobre la mesa del Cardenal algunos pedazos de pan negro. Cuando aquél lo hubo notado, se avergonzó un poco, sobre todo a causa de los otros huéspedes, que había convidado. El Poverello por el con– trario rebosando de júbilo repartió entre los caballeros y clérigos aque– llas limosnas. Todos recibieron con grandísimo respeto aquellos peda– zos de pan, algunos los comieron y otros los guardaron como recuerdo. Después de terminada la comida levantóse Hugolino, llamó a sí al varón de Dios y estrechándolo entre sus brazos, le dijo: "Hermano mío, (Hll) Tres Socii, n. 22. (102) Ibíd., n. 23. (1-03) lbíd., n. 24; THoM. CEL. II, n. 13. (1-D4) "Ne vel semel sanctam illam sponsam offenderet, hoc facere solitus erat servus Dei excelsi. Si quando invitatus a dominis, mensis esset profu– sioribus honorandus, prius per propinquas vicinorum domos panum fragmenta quaerebat, ac deinde sic ditatus inopia festinabat accumbere." THoM. CEL. IJ, n. 72.

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