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EL MANTENIMIENTO DE LA VIDA EN LA ORDEN FRANCISCANA 157 tibios, que no se dedican con empeño a alguna ocupación, serán pronto arrojados de la boca de Dios. Nadie podía aparecer ocioso en su pre– sencia, sin que fuera severamente corregido. Y añadía: "Quiero que todos mis Frailes trabajen y se ejerciten, y los que no saben ningún oficio, que aprendan alguno, para que seamos menos molestos a los hombres y para que con la ociosidad el corazón o la lengua no se deslice a cosas ilícitas" ( 69 ). Tomás de Celano, que dos decenios más tarde ponía por escrito esta disposición del Santo Fundador, se encuentra con todo eso obli– gado a exclamar: "Séame lícito, Santo Padre, levantar queja al cielo contra aquellos que se dicen tuyos. El ejercicio de las virtudes es odioso a muchos, que queriendo descansar antes del trabajo prueban ser hijos no de Francisco sino de Lucifer. Abundamos más en hombres débiles que en luchadores, a pesar de que nacidos para el trabajo debieran reputar su vida por una milicia. No les agrada adelantar en la vida activa y en la contemplativa no lo pueden. Habiendo turbado a todos con singularidades, trabajando más con las fauces que con las manos, odian al que los corrige y no se dejan tocar con las puntas de los dedos. Pero según el dicho de San Francisco, me admiro más de su desver– güenza, porque habiendo de vivir en su casa con el sudor de su frente, ahora sin trabajar se alimentan del sudor de los pobres. ¡Maravillosa prudencia! Nada hacen, y sin embargo siempre los creerías ocupados. Nunca se les pasa la hora de la comida, y si alguna vez les aprieta el hambre, acusan al sol de haberse dom1ido. ¿ Y a estos monstruos de hombres tendré yo, buen padre, por dignos de tu gloria? ¡Ni siquiera de tu hábito! Tú siempre enseñaste a buscar riquezas de méritos en este tiempo fugaz y pasajero, para que no ocurra tener que mendigar en el otro mundo. Mas éstos no gozan ahora de la patria y después serán enviados al destierro. Esta enfermedad reina entre los súbditos, porque estén ocupados en cuanto puedan. (Regula S. Benedicti, c. 48.) A pesar de ello más tarde muchos Benedictinos y en especial los Cluniacenses abolieron el tra– bajo; pero Pedro el Venerable tuvo que introducirlo pronto de nuevo (1146), dando esta razón: "Otiositas... in tantum magnam partero nostrorum, maxime eorum, qui convcrsi dicuntur, occupaverat, ut in claustri vel extra claustra, praeter pancos legentes et raros scribentes, aut adhaerentes claustri parietibus dormitarent, aut ab ipso, ut ita dicam, ortu solis usque ad eius occasum, imo fere mediam noctem, quibus impune licebat, totam pene diem vanis, otiosis et (quocl peius est) etiam detractoriis verbis consumerent." (Statuta Congreg. Cluniac., n. 39; MIGNE, Patr. lat., 189, 1037.) ( 69 ) "Tepidos nulli se negotio familiariter applicantes cito ex ore Dei evo– menclos dicebat. Nullus coram eo comparere poterat otiosus, quin mordaci eum dente corriperet. Dixit autem aliquando: Volo orones fratres meos labo– rare et exercitari, et eos qui nesciunt aliquas artes addiscere. Et rationem reddens: Ut, inquit, minus hominibus onerosi, et ne in otio per illicita cor aut lingua vagetur." THoM. CEL. II, n. 161.

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