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EL MANTENIMIENTO DE LA VIDA EN LA ORDEN FRANCISCANA 149 bajamos, nosotros (los monjes) y nuestros hermanos (los conversos) y los jornaleros, cada uno según su posibilidad" ( 32 ). Más tarde también entre los Cistercienses fué prevaleciendo el prin-– cipio de la repartición del trabajo, dedicándose los monjes letrados a trabajos intelectuales, mientras los hermanos conversos con los cria– dos y jornaleros atendían al trabajo manual ( 33 ). Esta ojeada histórica sobre la concepción evangélica, apostólica y monástica del trabajo es muy importante para apreciar en su justo valor la actitud del Poverello a este respecto. Las palabras y los ejem– plos de Cristo y de los Apóstoles determinaron a Francisco a cultivar con ardor el trabajo manual. Y esto tanto más cuanto que los anti– guos monjes, los cuale'S en su mayoría no eran sacerdotes, como no lo eran tampoco los primeros Franciscanos, habían tenido siempre en sumo aprecio la tradición del trabajo. Y porque el trabajo manual era una obligación diaria y de toda la vida en especial para los monjes iletrados y sirvientes, Francisco hace notar expresamente que él y sus primeros Frailes habían sido iletrados y sumisos, y por lo mismo dedi– cados a trabajos manuales: "Éramos iletrados y sumisos a todos. Y yo con mis manos trabajaba y quiero trabajar, y todos los otros Frailes firmemente quiero que trabajen de trabajo honesto" ( 34 ). Sin embargo el trabajo tenía en la Orden franciscana un significado muy distinto que entre los Benedictinos: éstos trabajaban con el fin de adquirir bienes, y siempre en tierra y suelo propio; en cambio los franciscanos, como no tenían posesiones, trabajaban para ganarse el sustento y debían buscar fuera las proporciones de trabajar y ganar. En una palabra: la pobreza franciscana trajo consigo el trabajo a sala– rio. Todo el mundo civilizado de la Edad Media consideraba como equivalentes los conceptos de pobreza y trabajo a salario. El traba– jador era necesariamente pobre, porque no recibía de salario más que su diario sustento, y el_ pobre era necesariamente trabajador asala– riado, porque de otra manera no podía encontrar el sustento diario ( 35 ). (32) Dialogus inter Cluniacenscm et Cistcrciensem monachum, en MARTENE ET DuRAND, Tbesaurus novus anecdotorum, Lut. Paris, 1717, t. V, 1623, n. 52. ( 33 ) Sin embargo, no vayamos a formarnos una idea demasiado elevada de la "literatura" de los monjes, del siglo x1 al xm. Ésa se reducía en muchos a apren– der de memoria el Salterio. Y había también una numerosa clase de monjes propiamente dichos que eran de hecho analfabetos. Cfr. P. EilERHARD HoFFMANN, Das Konverseninstitut des Zirterzienserordens, Friburgo (Suiza), 1905, 40. Sólo desde mediados del siglo xm se entregaron los antiguos monasterios seriamente al trabajo científico. (Cfr. FELDER, Geschichte der wissenschaftlichen Studien im Franziskanerorden, 118-120; trad. francesa, p. 128.) (84) Testmnent., Opuse., cd. LEMMENs, 79; BoEHMER, 37. ( 36 ) Santo Tomás de Aquino resume en las siguientes palabras esta relación entre la pobreza y el trabajo a salario: "Mercenarii (los que trabajan a salario)

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