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146 LOS IDEALES DE SAN FRANCISCO DE ASÍS mitir la recepc1on de dinero por medio de nuncios o amigos espi– rituales. Con ello podía él descargar completamente a los Frailes y proveer sin embargo a todas sus necesidades. Esta solución debió sí tranquilizar al Santo, pero de seguro que no le satisfizo; en primer lugar porque era demasiado complicada para su manera de ser tan sencilla; en segundo lugar, porque precisamente hubiera sido su deseo que los Frailes pasasen sin dinero, aunque éste fuera procurado y gastado por otros en su favor. Finalmente, y éste era el más grave reparo, el Santo debió preguntarse si realmente en todas partes y siempre sería suficiente que los amigos espirituales pudieran recibir dinero "para las necesidades de los enfermos y para vestir los Frailes". ¿No ocurrirían casos de necesidad en que los mismos Frailes tuvieran que recibir y gastar dinero para sí mismos? Francisco rechazó decididamente este pensamiento, porque se creía ligado por el Evangelio. Cristo había prohibido a los Apóstoles llevar consigo dinero y el único que no se sometió a este precepto fué el que traicionó al Señor. Francisco recordaba continuamente que el Evangelio de la misión de los Apóstoles se dirigía también a él y a su Orden y como vemos en la Regla de 1221 le asustaba sin cesar la suerte del traidor Judas. Pero, con todo el respeto que al seráfico varón profesamos, debemos hacer constar que en este punto fué más lejos que el Evangelio. El Salvador impuso la prohibición del dinero cuando envió sus Apóstoles a predicar sólo a las comarcas vecinas. Cuando más tarde los envió a regiones lejanas e inhospitalarias, donde necesitarían dinero, les permitió y aun les mandó llevar consigo bolsa y dinero ( 21 ). Él mismo, cierto día que al entrar en Cafarnaum fué requerido por los recaudadores de tributos, se proporcionó de manera milagrosa el dinero del tributo para sí y para San Pedro y lo hizo pagar al fisco por medio del Príncipe de los Apóstoles ( 22 ). Por último, verdad es que Judas por su propia avaricia vino a convertirse en traidor; pero, sin embargo, había sido el legítimo tesorero del séquito de Jesús ( 23 ), escogido para recibir y expender limosnas pecu– niarias para los enfermos, para los pobres y, en caso de necesidad, también para Cristo mismo y sus Apóstoles ( 24 ). Francisco había visto por experiencia desde hacía tiempo, que tam- (21) Luc., XXII, 35-36. (22) l\1AT., XVII, 23 s. (23) IoAN., XII, 6. (24) San Buenaventura advierte a este respecto: "Christus habuit loculos tribus de causis: pro pauperibus aliis, condescendendo infirmis, in articulo necessitatis, utpoto quando transibat per Samaritanos. In quo etiam articulo discipulis loculos habere permisit secundum illud: «Quando misi vos sine sacculo et pera, etc.».. . Modus habendi loculos in Domino in nullo minuit pauper– ~cctcm. Sic enirn Dorninus condescendit infirmitati et necessitati, nt tarnen salva

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