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EL MANTENIMIENTO DE LA VIDA EN LA ORDEN FRANCBCANA 141 dor de las riquezas oyó ese injusto reproche, se acercó a Bemardo, metió la mano en la bclsa de su capa y sacando cuan::as monedas podía coger con su mano se las dió al quejumbroso sacerdote. Habien– do repetido lo mismo por segunda vez, le preguntó: "¿Estáis ahora completamente pagado, ~eñor Sacerdote?" Éste le contestó que ahora estaba satisfecho y se fué a casa contento con el dinero. Pero pronto se apoderaron de él los remordimientos de la conciencia, la vergüenza por su codicia y la admiración por el desprecio en que Francisco tenía el dinero, y dentro de poco tiempo vino a ser el tercer discípulo del Poverello (7). De igual modo ese desprecio de Francisco y de sus compañeros para con el dinero pronto fué ganando para la Orden a muchas personas seglares. Fray Bernardo y sus compañeros, en su primer viaje de misión, buscaron una noche albergue en Florencia y al fin obtuvieron de una mujer caritativa el permiso de dormir delante de su casa en la casa del horno. Cuando el marido vino a casa, se irritó de que hubiera dado alojamiento a tales granujas, pero ella le tranquilizó advirtién– dole que en la casa del horno lo más que podrían robar era leña. Después que los Frailes hubieron pasado así la noche sin ningún abrigo y cubiertos sólo con "el manto de la Señora Pobreza" ( 8 ), fueron por la mañana a maitines a la iglesia más cercana. Al romper el día fué allí también la huéspeda y al encontrar a los Frailes en devota ora– ción se dijo a sí misma: "Si estos hombres fueran granujas y ladrones, como piensa mi marido, no orarían tan fervorosamente y por tanto tiempo." Estando pensando en eso, un señor llamado Guido repartió dinero a los pobres que había en la iglesia. Cuando llegó la vez a los Frailes, negáronse a recibir monedas. Preguntados por qué a pesar de su pobreza no querían recibir limosna de dinero, respondió Fray Bernardo: "Pobres somos, es verdad, pero la pobreza no nos es molesta, como a los demás pobres, pues voluntariamente nos hicimos pobres por la gracia de Dios, cuyo consejo hemos cumplido." Guido se admiró grandemente de ello, y más cuando se enteró de que aque– llos pobres voluntarios habían poseído un tiempo grandes riquezas. Y desde aquella hora fué protector y amigo de los Frdles" ( 9 ). Este episodio muestra la impresión tan natural como irresistible que hacía en los avarientos contemporáneos el desprecio en que los Frailes tenían el dinero. El Cardenal Jacobo de Vitry y el Cronista de Urs– perg, Abad Burcardo (t 1226) participan de esta poderosa impre- (7) Jbíd., n. 30-31. ( 8 ) "Noluit ergo vir, quod daretur eis aliquod tegumentum, licet esset tune magnum frigus: quia putabat eos esse ribaldos et fures ... Calefacti solo calore divino et cooperti tegumento Dominae Paupertatis ... " Tres Socii, n. 39 s. (9) Tres Socii, n. 39 s.
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