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140 LOS IDEALES DE SAN FRANCISCO DE ASÍS Poetas y predicadores del siglo xm, y antes que todos el famoso franciscano Bertoldo de Ratisbona, describen con sombríos colores estas malas consecuencias que el predominio del dinero traía consigo (1). Francisco había notado desde su primera juventud la preponde– rancia que iba adquiriendo el nuevo sistema económico y había visto la pasión con que su mismo padre se entregaba a la logrería. Por eso se apoderó de él una aversión tan irresistible contra el dinero y contra todo valor pecuniario. Recordemos cómo en su conversión no tuvo sosiego hasta que se vió libre de la suma de dinero que traía consigo (2). El despojo del dinero se convirtió definitivamente en ley de su nueva vida, cuando oyó las palabras de Jesús a los discípulos: "No llevéis oro ni plata ni cobre en vuestros cintos" ( 3 ). Y si desde aquel punto despreció todos los bienes terrenos, tuvo aún más horror al dinero. Instintivamente comprendió el poder diabólico que se oculta en esa riqueza artificial y por eso mandó también a sus discípulos que huyeran del dinero como del demonio. Les grabó aquella máxima: "Haced tan poco caso y aprecio del dinero como del estiércol" ( 4 ). Ya en la admisión de los primeros discípulos apareció puesto en práctica ese principio. Bernardo de Quintavalle, que había sido muy rico, repartió sin reparo a los pobres el producto líquido de la venta de sus bienes ( 5 ). Francisco contemplaba ese hecho tan edificante, glorificando y alabando a Dios en su corazón ( 6 ), cuando se presentó un sacerdote seglar, llamado Silvestre, a quien Francisco en otra oca– sión había comprado piedras para reconstruir la iglesia de San Damián. Como observó que daban el dinero indistintamente a cualquiera, domi– nóle la sed de oro y exclamó bruscamente: "Francisco, no me has pagado lo bastante por las piedras que me compraste." El desprecia- (1) Cfr. H1LDEBRAND, N aturalwírtschaft, Geldwírtschaft und Kredítwírtschaft, en los "Jahrbücher für Nationalokonomie und Statistík", 2 (1864), 1-24; H. v. ScHEEL, Der Begríff des Geldes in seiner bistoriscb-okonomiscben Entwicklung, ibíd., 6 (1866), 12-29; WALTHER LoTz, Die Lehre vom Ursprung des Geldes, ibíd., 62 (1894), 337-359; EMIL M1CHAEL, Gescbicbte des deutschen Volkes seit dem dreízebnten Jahrbundert bis zum Ausgang des Mittelalters, I, Friburgo de Brisgovia, 1897, 136-144. (2) Cfr. supra, p. 97. (ª) Cfr. supra, p. 26. ( 4 ) "Verum summopere amicus Dei cuneta, quae sunt mundi, despiciens, super omnia tamen exsecrabatur pecuniam. Inde illam a principio suae conver– sionis praecipue vilipendit, et tamquam ipsum diabolum se sequentibus semper innuit fugiendam. Haec ab ipso data erat solertia suis: ut stercus et pecuniam uno amoris pretio ponderaren t." THOM. CEL. II, n. 65. (5) Tres Socii, n. 29. ( 6 ) "Cum autem Dominus Bernardus bona sua pauperibus largiretur aderat beatus Franciscus intuens virtuosam operationem Domini, et ipsum Dominum in corde suo glorificans et collaudans." lbíd., n. 30.
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