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126 LOS IDEALES DE SAN FRANCISCO DE ASÍS mucetas, mantos, cogullas y otras prendas de vestir por el estilo. Cuando alguno les convida a comer, comen y beben lo que se les pone delante. Cuando alguno por compasión les hace alguna limosna, no la guardan para más tarde. Una o dos veces al año se reúnen en tiempo fijo y en lugar señalado de antemano para tener capítulo gene– ral, excepto aquellos que tengan que hacer un viaje demasiado largo por tierra o por mar. "Después del capítulo son de nuevo enviados por sus superiores de dos en dos o más a las diversas regiones, provincias y ciudades. Pero no sólo con su predicación sino también con el ejemplo de su santa vida y de su perfecta conducta convidan a muchas personas tanto de baja condición como de noble e ilustre prosapia al desprecio del mundo, de modo que éstos abandonan sus ciudades, sus palacios y sus grandes posesiones, dan todas sus riquezas temporales a cambio de bienes espirituales, recibiendo el vestido de los Frailes menores, a saber, un hábito de poco valor, con que se visten, y una cuerda con que se ciñen. . . Pues los Fraiks no dan a los que vienen a ellos más que la cuerda con el hábito; a la divina Providencia dejan el cuidado de lo demás" ( 57 ). Pero por admirable que fuera esta misión ambulante y esa práctica casi heroica de la pobreza, sin embargo debía por necesidad ser organizada y transformada. Imagínese una sociedad sin noviciado y sin educación de sus miembros, de modo que pudieran entrar hoy y salir mañana según su capricho; una sociedad sin legislación, aunque sea una regla incipiente y muy sumaria con algunas ordenaciones de capítulo inspiradas por las circunstancias; una sociedad sin Superiores provinciales y locales, mantenida en la unión y dirigida sólo por el prestigio personal del Fundador. Al principio aún podía pasar esto, pero se hacía cada día más dificultoso cuanto más aumentaba el nú– mero de los miembros y cuanto más lejos se extendía su círculo de acción. Mas el día que Francisco ( 1219) pasó a realizar su grandioso y completo proyecto, que era evangelizar el mundo entero, entonces fué preciso o encerrar el instituto en los lazos de una robusta orga– nización o lanzarlo a una catástrofe_ segura. Indicios de esta inminente catástrofe existían ya bastantes para en– tonces. Por la vida del Beato Gil sabemos que muchos Frailes sucum– bían a la tentación de abandonar fácilmente la Orden en un momento dado y volver al siglo ( 58 ). El retórico de aquel tiempo Buoncom– pagno de Bolonia lamenta asimismo la inconstancia de muchos Frailes Menores, los cuales, en parte todavía jóvenes y niños, libres y sueltos (57) IAcom VITRIACENsrs, Historia orientalis, lib. 2, c. 32, en BoEHMER, ibíd., 102-104. (58) Vita B. Aegidii, c. 3; Act. SS., Aprilis, t. III, 227, 15.
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