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EL IDEAL DE POBREZA DE SAN FRANCISCO 125 en Porciúncula, donde vivían al cielo raso o en tiendas de cam– paña ( 55 ). Entre capítulo y capítulo se daban en ocasiones unos días o semanas de descanso, con preferencia en algún eremitorio impro– visado. Todo el tiempo restante lo empleaban en correrías apostólicas. Con una vida de esta clase no podía haber cuestión de morada fija y de objetos de uso pertenecientes a la misma. Los Tres Compañeros advierten sobre el particular, no sin indicar el cambio y desarrollo de las cosas que poco a poco se iba preparando: "Los Frailes iban por el mundo como peregrinos y extranjeros y no llevaban consigo para el camino nada más que los libros para poder rezar las Horas ... Y cuando llegaba la noche, más querían tomar posada en casas de sacerdotes, que en las de los legos del mundo. Y si no encontraban posada en casa de los sacerdotes, preferían aposentarse en casa de personas espirituales y temerosas de Dios, hasta que Dios inspiró a algunos devotos el preparar hospicios en las ciudades y aldeas, que los Frailes querían visitar, mientras en las ciudades y aldeas no hubiera aún edificados lugares" ( 56 ). Jacobo de Vitry (t 1240), que conoció perfectamem:e a Francisco y sus Frailes en Italia en 1216 y en Oriente en 1219, encontró las cosas de la Orden esencialmente en el mismo estado cue hemos ex– puesto hasta ahora. El famoso Cardenal e historiador da sobre el particular el siguiente testimonio de vista: "Esta es verdaderamente la Religión de los pobres del Crucificado, la Orden de estos predica– dores que se llaman Frailes Menores. Estos son en verdad Frailes menores, y por su vestido y desnudez y desprecio del mundo superan en humildad a todos los regulares de nuestro tiempo. Con tanto celo se empeñan en renovar la religión, la pobreza y humildad de la Iglesia primitiva, en sacar las puras aguas de la fuente evangéjca con la sed y fuego del espíritu, que siguiendo no sólo los preceptos sino también los consejos del Evangelio, procuran imitar con la mayor exactitud la vida apostólica, renunciando a todos sus bienes, negándose a sí mismos y siguiendo desnudos al desnudo Salvador. . . Son enviados de dos en dos por el mundo a predicar, como si fueran delante del rostro del Señor y a preparar su segunda venida. Y estos pobres de Cristo no llevan para el camino ni bolsas ni alforjas, ni pan ni dinero alguno en sus cinturones, ni tienen siquiera oro o plata o calzado. Es que a ningún Fraile de esta Orden le es permitido poseer cosa alguna. No tienen conventos ni iglesias ni campos ni viñas ni ani– males ni casas ni propiedades ni dónde reclinar su cabeza. No visten pieles ni lino, sino sólo hábitos con capuchos y no tienen roquetes, ( 55 ) lAcom VITRIACENs1s, Epistola data Ianuae, a. 1216, en BoEHMER, Analek– ten, 94; ICYRD. A IANO, n. 16; Tres Socii, n. 57. (56) Tr.es Socii, n. 59 s.
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