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EL IDEAL DE POBREZA DE SAN FRANCISCO 123 Pero su reunión no duraba mucho tiempo. Tan pronto como el grupo de jóvenes apóstoles había descansado de sus viajes a las cer– canas comarcas, el Santo Fundador los enviaba de nuevo a predicar en todas direcciones. En la hospitalaria Italia central dondequiera encontraban su escaso alimento; albergue para la noche debían con frecuencia buscarlo en los atrios de las iglesias o de otros edificios, en un horno ( 45 ), en cuevas, cavernas ( 46 ) o también al cielo raso, porque en muchas partes se les tenía por bandoleros y ladrones y se les cerraban las casas ( 47 ). En el tiempo fijado volvían de nuevo a reunirse en la Capilla y casa de la Porciúncula. A este propósito hacen los Tres Compañeros esta advertencia: "Sobre nada pretendían tener propiedad, sino que usaban en común de, los libros y otras cosas de casa, según la regla transmitida por los Apóstoles" ( 48 ). Después de tomar algún descanso partió el nuevo colegio apostó– lico -eran ya doce- hacia Roma, para pedir al Papa que aprobara la forma de vida que llevaron hasta entonces. A la vuelta interrumpieron sus trabajos de predicación deteniéndose catorce días en una soledad cerca de la ciudad de Orte. Sobre esto nos hace Tomás de Celano el siguiente relato altamente significativo para la cuestión de la po– breza: "Algunos de ellos marchaban a la ciudad y procuraban el alimento necesario y lo poco que recogían de puerta en puerta lo traían a los otros Frailes y lo comían entre ellos, dando gracias a Dios y rebosando de alegría. Mas cuando sobraba algo y no lo podían repartir a nadie, lo ocultaban para el día siguiente en una cueva, que antes había servido para sepultura de cadáveres. El lugar era solitario y abandonado y era visitado por pocos o ningún hombre. Los Frailes sentían una alegría indescriptible, porque nada veían ni temían, que pudiera proporcionarles un placer vano o carnal. Allí comenzaron, pues, a tener relaciones íntimas con la santa pobreza (~ 9 ), firmemente resueltos a estar abrazados con ella aquí y en todas partes. Libres y sueltos de todo cuidado terreno y gozando de continuo los consue- (45) Antiguamente cada lugar y aun cada caserío tenía un horno de cocer pan, el cual para evitar peligros de incendio solía estar en un edificio aparte, separado de las habitaciones. Cuando durante el día se había cocido pan, el horno y aun toda la casa del horno conservaba calor suficiente para ofrecer un albergue a propósito a los artesanos, mercenarios vagabundos y otras gentes sin hogar. ( 4 6) "Nam cum saepe in maximis frigoribus necessario carerent hospitio, clibanus recolligebat eos, ve! certe in cryptis seu speluncis humiliter noctibus latitabant." THoM. CEL. I, n. 39. ( 47) Tres Socii, n. 34, 28 s. ( 4 8) "Nihil insuper sibi proprium vindicabant, sed libris et aliis collatis, eisdem utebantur communiter secundum regulam ab apostolis traditam et con– servatam." Tres Socii, n. 43. ( 4 9) "Coeperunt cum sancta paupertate ibídem habere commercium... "
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